· Esta Semana Santa que inicia con el Domingo de Ramos, que rememora la entrada triunfal de Jesús a Nazaret, dijo el padre Julio Ulloa, es el tiempo de Jesús, por lo que exhortó a los católicos a respetar los días Santos.
Por Paty Aguilar
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El Domingo de Ramos es el primer día de la Semana Santa, período donde se conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Las ceremonias litúrgicas del “Domingo de Ramos” comienzan con la bendición de las palmas y ramas de olivo que llevan los fieles. De este modo se rememora el pasaje evangélico de la Entrada de Jesús en Jerusalén.
En la comunidad de Valle Dorado, los jóvenes católicos y demás feligreses, rememoraron la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua mediante una procesión donde hubo tres representaciones del encuentro de Jesús con una persona endemoniada, con un leproso y una mujer adúltera, que buscaban que las sanara, para luego llegar hasta a la Iglesia donde otro grupo de católicos les dieron la bienvenida. Durante la homilía se recordó este pasaje evangélico que año con año se rememora en todas las parroquias, iglesias y templos que profesan el catolicismo.
“Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes. Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén. Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte. Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.”
El sacerdote, Julio Ochoa, párroco de la Iglesia del Señor de la Divina Misericordia de la comunidad Valle Dorado, Bahía de Banderas, Nayarit, durante la homilía de este Domingo de Ramos 2015, contrastó este pasaje evangélico que es el más importante y relevante de la religión católica, que sucedió hace más de 2015 años, con la manera de rememorarlo en nuestros días.
Luego de escuchar este pasaje evangélico, el sacerdote reflexionó “pero a los tres cuatro días la misma gente que estaba contenta que tenía que cuidar a Jesús de Nazaret, todos gritaron ¡crucifícalo!. Qué pasó en esos tres cuatro días, pues lo que pasa con nosotros también, que iniciamos la Semana Santa, pero generalmente a la media semana como que nos desenfocamos, nos desenfocan. Yo no le echo la culpa a la gente, sino que nosotros nos desenfocamos y la gente también está corriendo a desenfocarnos.
Generalmente, dijo el padre, la lógica dice que la verdad está en las cosas no en las personas, por ejemplo, en un desierto, qué nos interesa más una botella de agua fría o un cajón de oro?. Los feligreses respondieron que el agua. Luego el padre preguntó que hoy en nuestros días, aquí en Valle Dorado, que nos interesaría más encontrarnos, un vaso de agua o un cajón de oro, entonces los feligreses respondieron que agua.
Entonces el padre les aclaró la situación “No, ahorita no, porque con el oro podemos comprar mucha agua, pero en el desierto no venden agua. Lo que yo quiero decirles con todo esto es que el valor que nosotros les damos a las cosas cambia el valor que tienen las en si mismas, es decir, tanto el agua como el oro, adquieren el valor según como nos encontremos nosotros y la Semana Santa es lo mismo, dijo el padre, luego de preguntar “Qué tienes tu en la cabeza de la Semana Santa? Playa, vacaciones, los niños en la casa, la visita que nos llega, lo que voy a vender, lo que voy a comprar, el descanso o la gente. Y a lo que yo enfocó es el interés a ya no celebrarlo así, este domingo que pase por nuestra mente, que es el tiempo de Jesús” exhortó el sacerdote.