Las familias de los muertos pedirán que la violencia termine y que regresen con vida las personas desaparecidas
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de diciembre.- Muchos creen que México está en guerra. La violencia ha dejado alrededor de 50 mil muertos en cinco años y ha cambiado la vida de muchas personas que sufren sus consecuencias y han tenido que adaptar fiestas como la Navidad a sus particulares situaciones.
El próximo 24 de diciembre a media noche, la familia Flores Hernández saldrá al patio de su casa. Se tomarán de las manos formando un círculo y gritarán al cielo: «Te queremos, te estamos esperando, te extrañamos».
Le gritarán a Melchor Flores, El Vaquero Galáctico, desaparecido desde marzo de 2009 cuando fue detenido por la policía de Monterrey. Lo llamaban así por el traje de vaquero plateado con el que se ganaba la vida como estatua viviente por las calles de la ciudad.
Lo habían detenido varias veces por trabajar sin permiso, pero siempre lo soltaban, cuenta su padre, también llamado Melchor. Una noche en casa de unos amigos entraron unos policías y se llevaron a tres de ellos. Desde entonces, nadie sabe nada de su paradero.
Melchor padre tiene memorizados todos los detalles que rodean a la misteriosa desaparición. «Debes guardar todo para cuando lo necesites», cuenta este hombre que todavía habla de su hijo en presente, pues confía en que esté vivo.
Hace unos meses, viendo un programa de televisión, Melchor escuchó a un señor con barba blanca y sombrero clamar por el fin de la violencia bajo el lema «Estamos hasta la madre». Llamado Javier Sicilia, era poeta y hacía unas semanas que unos delincuentes habían acabado con la vida de su hijo.
Se sintió tan identificado con sus palabras que decidió sumarse a su lucha. Agarró un cartón, imprimió una foto de su hijo y escribió la frase: «Ya estamos hasta la madre».
Desde entonces, la pancarta ha viajado pegada a las rutas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que recorren el país para pedir por la paz.
Según el Movimiento por la Paz que lidera Sicilia, la guerra que emprendió el presidente Felipe Calderón cuando llegó al poder en diciembre de 2006 ha dejado cerca de 50 mil muertos y miles de desaparecidos. Muchos de ellos inmigrantes centroamericanos que en su paso por México a Estados Unidos son secuestrados.
En la Casa del Migrante «Hermanos en el Camino» de Ixtepec (Oaxaca), cientos de migrantes pudieron celebrar en 2010 la Nochebuena. Otros años el padre Alejandro Solalinde, director del centro, ha pasado esas noches en comisarías, levantando denuncias contra policías que abusan de los indocumentados.
Con el invierno, el número de inmigrantes se reduce por el frío, pero Solalinde prepara todo para que quien llegue a esta casa con capacidad para 2 mil personas se sienta acogido. Durante los nueve días previos a la Navidad se organizan posadas, una fiesta tradicional mexicana típica de esta fecha.
Bonfilio Rubio Villegas también quería viajar a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Hoy está muerto y su vida fue valuada en 160 mil pesos, dinero que unos militares querían pagar para que su familia permaneciera callada.
Murió en junio de 2009, a los 29 años, en un retén castrense. Pararon el autobús en el que viajaba, registraron a los pasajeros y los dejaron ir, pero cuando el vehículo arrancó dispararon y una bala impactó en la nuca de Bonfilio. «Queremos justicia. No quiero recibir el dinero. Mi hermano no es un animal ni un objeto que se venda», dijo su hermano José.
Su caso, en manos de la justicia militar, forma parte del informe que Human Rights Watch presentó hace unas semanas y que reúne evidencias sobre la supuesta participación de miembros de las fuerzas de seguridad en más de 170 casos de tortura, 39 desapariciones y 24 ejecuciones extrajudiciales desde diciembre de 2006.
El cuerpo desmembrado de María Elizabeth Macías, de 39 años, fue hallado en el centro de Nuevo Laredo (Tamaulipas). Su cabeza fue colocada en un macetero. Al lado, un teclado. Era periodista y usaba las redes sociales para denunciar a criminales.
«Los ataques son cada vez más salvajes, más indiscriminados», dijo la periodista Sanjuana Martínez, que desde que informa sobre narcotráfico sueña con una pistola en su nuca. Las cifras sobre muertos y agredidos varían, pero el mensaje de las organizaciones defensoras de la prensa es el mismo: ejercer el periodismo en México es una actividad de alto riesgo.
Hace dos años que Clara Luz Flores celebra así la Navidad, encerrada en una casa. Dejó de hacer la tradicional ruta de visitas por las viviendas de sus familiares en Nochebuena.
El día que llegó a la presidencia del municipio de Escobedo, Nuevo León, decidió echar a todos los policías por estar vinculados con grupos criminales. En su primer año de gobierno, 2009, logró reducir la delincuencia en un 60% y en 2010 otro 20%. El precio: no tener más navidades tranquilas, no tener un día más tranquilo en su vida.
«A partir de mi nombramiento cambió mi forma de vivir. Se acabó la libertad. Ya no salgo tanto porque supone ponerme en riesgo a mí y a mis escoltas», dijo.
Sus precauciones están justificadas. En estos dos años ha sufrido más de una decena de atentados.
El último se produjo frente a su casa cuando estaba embarazada de siete meses. Hicieron estallar la camioneta de sus escoltas. «Cuando explotó pensé que tenía que seguir trabajando porque quiero que mi hijo viva tranquilo», dijo la alcaldesa, de 37 años.