Este tipo de herramientas ha permitido acelerar la investigación arqueológica, un ejemplo es el de la pirámida Mayab de Caracol en Belice de la cual, en 4 días se recopiló más información que en 25 años.
Ya sea con la ayuda de distintos tipos de radares, imágenes satelitales, rayos láser aerotransportados o prospección magnética, los arqueólogos han podido descubrir estructuras que permanecían ocultas.
Así como con la ayuda del Shuttle Imaging Radar SIR-A (Radar de Imágenes del Transbordador), una de las pirmeras aplicaciones de tecnología remota en la arqueología, una herramienta habitual para los investigadores.
Lo más impresionante es que consiguen evidencia precisa sin haber tenido que hacer una costosa excavación, con la inevitable destrucción del entorno que eso implica. En Belice, por ejemplo, los arqueólogos Arlen y Diane Chase lograron detectar en 2009 estructuras habitacionales, caminos y zonas de cultivo en torno a la pirámide Maya de Caracol, que se encuentra prácticamente rodeada por una espesa jungla.
Para ello hicieron uso del Lidar (Light Detection and Ranging), un sistema de medición remota que funciona de forma similar al radar, y que proporciona imágenes de las distintas capas del follaje o del terreno, sobre la base del tiempo que demoran en regresar al instrumento una serie de rayos láser previamente emitidos desde un avión.
En cuatro días mapearon 200 kilómetros cuadrados, reuniendo más información que toda la que habían obtenido en 25 años de investigar el área a pie.
Chase adelanta que en abril harán con su equipo una nueva medición. «Cubrirá mil 050 kilómetros cuadrados adicionales en el área al norte y oeste de Caracol», cuenta Arlen Chase.
En el convulsionado Irak los investigadores del instituto arqueológico alemán, entre 2002 y 2004, lograron mapear gran parte de la ciudad de Uruk, que alcanzó su apogeo hace más de 5 mil años.Para ello emplearon la tecnología de la prospección magnética de alta sensibilidad.
El equipo, un magnetómetro, entrega imágenes parecidas a las radiografías y con ello es posible detectar estructuras sepultadas hasta un metro bajo tierra. Fassbinder explica que el aparato registra las perturbaciones en el campo magnético terrestre que produce cualquier elemento ajeno al suelo natural.
«Las mediciones revelan muy claramente algunas estructuras edificadas, como templos y palacios, canales, jardines y una muralla de 12 kilómetros de largo», cuenta.La tecnología también ha sido empleada en sitios de Europa, como las ruinas de Troya, y en el entorno aún no excavado del palacio del mítico emperador Qin Shi Huangdi, en China.
Estos avances sin duda permiten recuperar un conjunto de información que sin esa tecnología sería complejo de obtener, destaca el arqueólogo de la Universidad de Chile Andrés Troncoso.
Además, señala, permiten generar bases de datos para efectuar análisis espaciales y conocer sistemas de organización social, complejidad social y manejo político de las comunidades. No obstante, esas nuevas tecnologías no son en sí mismas un objetivo a cumplir, sino un punto intermedio en el proceso de investigación, explica.
De hecho, aunque la obtención de datos por esta vía ha evitado las excavaciones prospectivas, eso no significa que alguna vez no haya que hacerlas. Claro que eso involucra nuevos presupuestos, a veces millonarios, que cuesta obtener.
De hecho, en Uruk las excavaciones que permitirán verificar los hallazgos aún están pendientes. Las imágenes satelitales también han sido una fuente importante para los descubrimientos arqueológicos.
Uno de los más recientes es el descubrimiento de más de cien aldeas y pueblos de una cultura del Sahara que vivió hace más de 2 mil años. Los investigadores combinaron archivos de fotografías aéreas con imágenes de alta resolución de la empresa GeoEye e incluso de Google Earth.