CIUDAD IXTEPEC, Oax.— Ella, radiante. Él, un poco nervioso. Yahaira presumiendo el anillo en el dedo meñique de la mano izquierda. Julio a su lado sujetándole la cintura. La jeromeña portando un jardín de flores. El veracruzano, de blanco y negro. 39 años, uno; 23, el otro. Reina de la Vela muxe Nadxielii en Ixtepec, la novia. El mayor de una familia radicada en Ixtaltepec, el novio. La zapoteca, maestra de baile en escuelas. Antonio, empleado en una tienda. Enamorados en tres meses. Valientes ante las cámaras. Bendecidos por papá y mamá. Unidos por una lucha legal, la que viene por delante. Nada que ocultar. Nada que avergüence. Una pedida de mano en tierra de los binnizá.
Se acomoda el prendedor de pedrería en la peluca roja, asegurando que está en el lugar correcto. Las uñas recién pintadas lucen impecables en sus delgadas manos que portan un anillo. Las delineadas cejas, el maquillaje y un lunar remarcado con lápiz por encima del labio superior dan frescura al rostro de Yahaira, la reina de la comunidad muxe en Ciudad Ixtepec .
Se siente nerviosa, confiesa. No es para menos una pedida de mano tradicional en tiempos de redes sociales, aunque Yahaira Palacios no termina de procesar el acontecimiento que se concretó la noche del sábado ante amigos y familias.
Siempre se sintió única, mas nunca diferente. Atravesaba el umbral de los 11 años cuando un buen día sus padres lo sentaron en la sala de la casa familiar para explicarle que era especial, que lo amaban, que sus gustos y atracciones serían distintas a las de los demás niños de su edad, entonces supo que era muxe (palabra zapotequizada no despectiva para referirse a un homosexual en el Istmo), aunque lo comprendió un año después, a golpe de discriminación.
La adolescencia fue la etapa más difícil. Allí aparece el primer amigo-novio, pero también llega el primer rechazo social. Invitado, asiste a la fiesta de cumpleaños de su amigo, pero no entró a la casa: los padres de él lo corrieron. No lo querían cerca de su hijo. No comprendió del todo el rechazo, sólo lloró de regreso a los brazos de su madre.
“Regresé llorando a mi casa. Mi madre preocupada me preguntaba: ‘¿quién te pegó?¿Te hicieron daño? ¿Te violaron?’. Entonces le conté la grosería. Ella fue hablar con la madre de mi amigo para decirle que el hecho de ser gay no era motivo de tratarme mal”, cuenta.
Aquella acción de rechazo les dio valor a otros padres de familia para hacerle lo mismo. Uno tras otro los actos discriminatorios hacia su persona, hasta aislarse y ser un chico retraído en la secundaria. Aunque eso no impidió tener un segundo amor, el de los besos y las salidas a escondidas, el que le hizo entender por qué no era aceptado en la sociedad.
“Con el segundo amor, un chico de preparatoria, ya empezaron los besos, las salidas a escondidas. El de nos vemos en equis lugar, de noche y sin que nadie lo sepa. Allí entendí que ser muxe declarado en Ixtepec no era aceptado del todo en la sociedad. A pesar de esa dura etapa, logré sobrevivir. Aprendí a quererme y a aceptarme”, asienta.
La segunda prueba de aceptación fue a los 20 años, cuando asistió a la primera Vela muxe Nadxielii de Ixtepec. Vestida de quinceañera, paseó por todo el salón cumpliendo un sueño. Apartó una gran mesa para sus amigos, que por primera vez la verían transformada, pero nadie llegó; desde entonces se apartó de ellos y se quedó con los verdaderos, los que la aceptaron como “Yahaira”.
Su familia la acepta, con peluca y sin ella, con maquillaje o con la cara limpia, vestida de traje regional o de pantalón, soltera o comprometida, con marido o sin él, hombre o muxe.