Las muertes relacionadas con SIDA se redujeron 30% desde los índices máximos de fallecimientos registrados en el mundo durante el 2005, según reportes de ONUSIDA. Pero a este capítulo aún le faltan muchas páginas para ser concluido.
La visión de las instituciones internacionales especializadas en el VIH es que en América Latina la epidemia se encuentra relativamente estable. Desde finales del 2010, el estimado de personas viviendo con VIH ha mostrado un ligero aumento gradual principalmente gracias a un mayor acceso al tratamiento antirretroviral y los esfuerzos de detección temprana mediante la utilización de pruebas rápidas se traducen en una reducción de muertes anuales vinculadas al SIDA.
Según el Informe Nacional de Avances en la Respuesta del VIH y el SIDA, presentado por CENSIDA este año, en nuestro país la epidemia se mantiene primordialmente entre los hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores del sexo y las personas que usan drogas inyectadas.
Para el doctor Juan Sierra Madero, Jefe del Departamento de Infectología en Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (IINCMNSZ), algunos de los avances científicos desde inicios de los años ochenta, cuando se diagnosticaron los primeros casos mediante los entonces incipientes ensayos de detección son: el tratamiento antirretroviral de alta actividad, el estudio de los mecanismos de patogénesis del VIH y el uso del tratamiento como mecanismo de prevención.
Algo que los especialistas han aprendido paralelamente con el devenir de la pandemia es a conjuntar de manera más íntima la investigación en ciencias sociales con el desarrollo biomédico. «El SIDA nos ha enseñado mucho de cómo la conducta humana se conecta directamente con el desarrollo de la enfermedad», señala el especialista subrayando la necesidad de atacar el VIH tratando de entender las diferentes variables del comportamiento humano más allá de hacer de una «campaña», el único medio de información sobre la enfermedad.
«Un concepto general muy importante que también se ha generado en torno al SIDA es que ha sido un modelo de aprendizaje para los sistemas de salud pública en el mundo, de hecho también se ha convertido en un marcador de la calidad de éstos», señala el especialista y apunta que ante una epidemia, un sistema de salud bueno responde favorablemente, mientras que uno fallido denota fácilmente su fragilidad.
«Ésta ha sido una gran lección. México ha reaccionado lento en muchas cosas, es necesario abandonar viejos conceptos y prácticas. Para los sistemas de salud, las enfermedades nuevas como el VIH y otras que puedan presentarse requieren cambios, dinamismo e ideas nuevas para remover lo que no esté funcionando» comenta Madero con respecto al modelo actual del sistema de salud pública, que se muestra, según el especialista «disperso y descoordinado».
Para Sierra, las autoridades han tratado de encasillar a la población en sistemas añejos sin darse cuenta que esto es disfuncional y atenta contra las necesidades reales de un paciente que se tiene que mover, por ejemplo, entre dos instituciones de seguridad pública como el Seguro Popular y el IMSS, cuando su estatus cambia de desempleado a empleado de la iniciativa privada. Entre los tiempos del papeleo burocrático y la apertura de un nuevo expediente, el tratamiento iniciado en un hospital pierde continuidad cuando el enfermo tiene que migrar de una institución a otra.
Vacunas, objetivo no cumplido
Para el especialista, lo que los diferentes grupos de investigadores mexicanos que trabajan con VIH han contribuido es con información social determinante para caracterizar poblaciones vulnerables y estudios biomédicos importantes en cuanto a patrones genéticos en las poblaciones.
México también ha participado en muchos ensayos clínicos internacionales, con los nuevos medicamentos que se han ido encontrando, así como estudios sobre farmacoeconomía, el estudio de modelos matemáticos para conocer mejor el comportamiento de la enfermedad a largo plazo.
En el IINCMNSZ se hizo un ensayo clínico que tiene como característica única haberlo realizado con pacientes con inmunodeficiencia avanzada, algo poco común en este tipo de estudios en el mundo. «Concluimos en este estudio que el tratamiento con no nucleósidos, un tipo de medicamento antirretroviral, es mejor que el tratamiento con inhibidores de proteasa para ese grupo de pacientes».
Para Sierra, desde el punto de vista biomédico uno de los retos más importantes a nivel mundial, es lograr tener estrategias y tratamientos que erradiquen el VIH, más allá de controlarlo, como se hace en la actualidad. El costo anual del tratamiento es de alrededor de 3 mil dólares en la primera línea de tratamiento con la que se trata al 90% de los pacientes diagnosticados.
«Hemos aprendido mucho sobre cómo funciona este virus, cómo se establece en el cuerpo y persiste a lo largo del tiempo al situarse en lugares que llamamos reservorios, que impiden su eliminación».
Para Sierra Madero, las vacunas han sido un objetivo no cumplido. «Hasta el momento no se ha podido tener una vacuna exitosa, pero hay descubrimientos importantes que pueden hacer la diferencia, por ejemplo, los hallazgos de anticuerpos neutralizantes, que antes no se pensaba que existieran y ahora se han conocido mejor debido a metodologías y técnicas que han permitido caracterizar óptimamente las variantes antigénicas del virus».
«Según cifras oficiales que el 50% de personas que tienen VIH no lo saben, e incluso pensamos que esta cifra puede ser mayor», dice el investigador, para quien el tercer gran reto a nivel mundial es lograr que el beneficio del tratamiento antirretroviral realmente llegue a donde tiene que llegar porque mientras más pronto se detecte el VIH, más fácil es el tratamiento.
En México, aunque el tratamiento de antrirretrovirales es gratuito en el sistema de salud pública, pero incluso cualquier avance científico en el tratamiento de la enfermedad es independiente de una serie de variables económicas y sociales que condicionan el uso adecuado del medicamento y que van desarrollando microcosmos sobre cómo se enfrenta el SIDA en las diferentes comunidades del país.
«Imaginemos a una mujer de Oaxaca que vive a seis horas del CAPASITS (Centro Ambulatorio para la prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual). El que vaya recibir el medicamento que tiene que tomar por el resto de su vida, representa un dilema moral para ella sobre los gastos cotidianos que representa el viaje. Otro problema es que el seguro popular proporciona antirretrovirales y monitoreo, pero no proporciona el tratamiento para infecciones oportunistas, como hepatitis, por ejemplo».
Desde estos aspectos económicos hasta los estigmas sociales sobre los grupos más vulnerables que atacan esta enfermedad, representan trabas reales en la forma de abordar adecuadamente un tratamiento médico.
Para el especialista también es urgente insistir en cosas básicas sobre el tratamiento de la enfermedad, como la transmisión materno-fetal. Desde mediados de los noventa se demostró que el tratamiento médico disminuía las posibilidades de transmisión de una mujer embarazada a su bebé. Hoy se considera que la eliminan, sin embargo en nuestro país siguen naciendo niños con VIH. «El niño que nace contagiado de VIH es porque algo falló en el sistema de salud. La meta es tasa cero. Aunque este grupo sea minoría, es algo a resolver en forma agresiva porque es algo totalmente prevenible», dice el especialista subrayando nuevamente la necesidad de un tratamiento individual e integral con el que debe ser abordado el VIH en nuestro país hasta sobrepasar la barrera que ponen las categorizaciones caducas, pues mientras no se soluciones aspectos básicos, cualquier otro avance corre el riesgo de perder efectividad.
Tratamiento preventivo
Dentro del concepto de antirretrovirales como una forma de prevención, existen varias vertientes, como el tratamiento para evitar que una persona infectada transmita el virus a una pareja sana (sin ser sustituto de las medidas de barrera) o la profilaxis post exposición. Esta última se tiene que realizar de manera obligatoria y bajo un protocolo médico en caso de un ataque sexual o un accidente con personas que manejan equipo de alto riesgo. Se tiene que empezar en las primeras 72 horas de probable exposición al virus y es un tratamiento con duración mínima de un mes con altas probabilidades de eliminar el contagio.