*Juan Manuel Soriano abraza a su pequeño hijo, de cinco años, del mismo nombre y los mismos rasgos faciales que…
Juan Manuel Soriano abraza a su pequeño hijo, de cinco años, del mismo nombre y los mismos rasgos faciales que los suyos; con los mismos ojos negros de pestañas largas y ceja poblada. Lo toma entre sus brazos con tanto amor y fuerza, como si no quisiera dejarlo ir mientras relata su dura experiencia en la tramitación de la nulidad de su matrimonio religioso.
Se casó cuando tenía 20 años; como la mayoría de los jóvenes a esa edad, dice, “lleno de ilusiones, con muchas ganas de tener por lo menos dos hijos, o tres, quizá”.
Su matrimonio apenas duró cinco años. Se separó de su esposa en 1996, “luego de tanto intento, desde el principio, de estar ahí duro y duro, pero nada, no llegaban los bebés”.
A pesar de estar ambos clínicamente sanos, su esposa no quedaba embarazada, hasta que descubrió que ella tomaba anticonceptivos, porque no quería tener bebés, “¡y yo ahí como tarugo duro y duro…. Y nada!”.
La posición de ella, añade Juan Manuel, era siempre la misma: no quería tener bebés. Y no hubo modo de convencerla. El tendría que conformarse con no tener hijos, o renunciar a su cónyuge.
LA DIFICIL DECISIÓN. Nacido en una familia apegada a la religión católica, Juan Manuel se casó por la Iglesia “para tener la bendición de Dios. Soy de los que aprendí que hay que darlo todo por la mujer y los hijos…. Pero yo no los iba a tener. O no con ella”. Suspira con la mirada perdida, como recordando aquellos años.
VIACRUCIS DE OCHO AÑOS. A principios de 1997, Juan Manuel se acercó al párroco de la iglesia San Bartolomé Apóstol, en Tecpan de Galeana, Guerrero, y ahí se enteró de que, por la negativa de su esposa a los vástagos él podía solicitar la nulidad matrimonial. Cuenta que el sacerdote le dijo que el trámite sería muy tardado “pero le faltó decirme que también caro”.
Y prosigue:
“Fueron ocho largos años, de ir y venir. De pérdida de tiempo, de dinero, porque sí me costó mi buen dinero, yo creo que más de 10 mil pesos de los actuales”, pues tenía que darle mordidas a los abogados que llevaban su caso. “Porque ellos no eran de la iglesia…”.
Juan Manuel deduce que su trámite duró tantos años, porque “entre más se tardara, pues era mejor para los abogados”. Le pedían dinero para todo. “Que si para un escrito, que para mandar otro, que para apurar la resolución. Y pues yo se los daba. A mí me interesaba para ya concluir bien ese asunto”.
A tal situación se sumó el que su ex esposa se negaba a que el matrimonio fuera declarado nulo. “Lo más complicado fue poder demostrar que ella había estado actuando con dolo, por los anticonceptivos que tomaba sin consultármelo. En contra del principio de la procreación ¿no?”.
Por fin, la resolución llegó en el 2005. Para entonces Juan Manuel salía con Amelia, previa afirmación de que ella sí quería tener hijos. Se casaron por la iglesia. “Me siento bendecido, tenemos a Juan Manuel, de cinco años, Amelia de tres y en camino dos gemelitos. ¡Si lo que anunció el Papa Francisco hubiera sido hace 20 años, me hubiera ahorrado mucho tiempo y dinero!”, dice con nostalgia.