Continúa Robo de Tubería de Cobre

Delincuencia desatada por esta nueva modalidad de robo, en tanto Raymundo Leonel Villaseñor, asegura se está trabajando

Seapal no integró bien denuncia penal ante PGJE en el caso Villas Río

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Sigue la ola de robos de tubería de cobre en Puerto Vallarta.

Nadie frena esta actividad ilícita, la que se ha convertido en la nueva modalidad de robo en Jalisco y otros estados del país.

En tanto, Raymundo Leonel Villaseñor, encargado de la dirección de seguridad pública municipal, dijo se está trabajando para erradicar el problema.

Cabe destacar que uno de los casos más sonados de este tipo de robos de tubería de cobre con medidores fue en el fraccionamiento Villas Rio, en donde lamentablemente el presidente de la junta vecinal, aseguró el organismo operador del agua, Seapal, encabezado por su director Humberto Muñoz, no integró bien el expediente en contra de un joven de 25 años de edad originario de Nayarit, detenido y encarcelado, pero que salió libre en menos de 72 horas.

Al respecto en su momento Villaseñor señaló que le informaron respecto a la liberación de este malandrín pero que por lo pronto sabía de algunos negocios denominados de compra de chatarra, cuyos dueños habían colocado letreros informando que no comprarían este tipo de artículos en concreto, con lo que tuviera que ver con medidores y/o tubería de cobre.

En el contexto más amplio de la información que incluso se da a nivel nacional resulta una actividad redituable.

Es importante mencionar que el cobre encabezó la lista de metales no ferrosos que más se revalorizaron en el nivel mundial.

Esta situación hizo que no sólo el insumo pasara a representar el 30 por ciento del costo de fabricación de productos, cuando antes implicaba la mitad de ese monto, sino que multiplicó la modalidad delictiva del robo de cables de cobre.
Es uno de esos delitos que, antes de la devaluación y de la crisis, no existían; El rédito era casi despreciable y nadie estaba lo suficientemente desesperado como para arriesgarse por tan poco.

Pero el encarecimiento en dólares del botín, sumado a la multiplicación de gente dispuesta a ir a buscarlo, hizo que el robo de cables de cobre estallara.

Hoy está en pleno auge, de la mano del alza mundial del precio de este metal y de la organización mafiosa que alcanzó este negocio en el país.

La cotización mundial del cobre es lo que alentó el auge de este delito en los últimos meses. Sólo en lo que va de este año, el precio de la tonelada de este metal rojizo aumentó un 80%: hoy ronda los 8.000 dólares en la Bolsa de Metales de Londres. La producción escasea por problemas mineros y la demanda aumenta de la mano de China.
La suba se traslada a todos los sectores, incluidos los consumidores más chicos: el kilo de caño de cobre para refrigeración aumentó de 27 a 50 pesos desde enero a hoy; el caño de hidrobronz de pulgada y media pasó de 50 a 85 pesos el metro.
Se trata de un delito de cuello blanco y de los más organizados. En un extremo tenemos a cientos de personas de muy escasos recursos que se dedican a sustraer cables, dos metros acá, cien allá. Las chatarrerías se los compran y lo almacenan. El tercer escalón son las fundiciones, donde tienen calderas gigantes de más de 1.200 grados para transformarlos.

Por lo tanto, el robo de cables es una modalidad delictiva que ha tenido un crecimiento vertiginoso y alarmante en nuestro país, causando millonarias pérdidas a las empresas perjudicadas además de afectar de modo sensible la prestación de servicios públicos esenciales.
El tema es tan preocupante para la población, que se suele quedar sin línea telefónica o energía eléctrica, como para las empresas que deben reponer el costoso material.
Para las empresas de luz y teléfonos, esta actividad delictiva representa una seria amenaza y significativas pérdidas económicas ocasionadas por el perjuicio a los usuarios, el costo de reposición de los materiales y el tiempo de reinstalación. Para quien roba los cables, los riesgos que corre son inmensos al manipular instalaciones peligrosas que lo exponen a situaciones límite.
Muchos de los ladrones han muerto electrocutados, otros han caído de los postes cuando intentaban robar unos cuántos metros de cable y, según las compañías, este es un delito frecuente que, aunque parezca increíble, en ocasiones cuenta con la protección de los vecinos.
Ningún ladrón de cobre es tan audaz como para arriesgar su propia vida si luego no interviene alguien que les da una jugosa recompensa por ese metal. Asimismo, difícilmente los reducidores tengan una organización de recursos y logística mayor que la Policía o la Justicia. Sin embargo, actualmente el negocio sigue en pie porque la tentación permanece intacta.