Los tacones rompe–matrimonios

Si las mujeres tuviéramos como regla de oro no meternos con casados…

Últimamente lo único que escucho y leo es sobre los desafortunados cuernos que le pusieron al guapo vampiro, que si la mortal es persona non grata y que ahora se van a la guerra por la custodia de su perro. Eso hizo llamar mi atención hacia los problemas que trae la infidelidad en una pareja, sobre todo cuando hay familia de por medio, como es el caso del director Rupert Sanders, con quien fue cachada Stewart.

Buena parte de los medios se refieren al evento señalando a Stewart como la culpable de que se haya roto la armonía en el matrimonio Sanders. Pienso y procuro crear una postura más clara sobre esa situación, no sobre estos dos en específico, ellos ya tienen al mundo entero enjuiciándolos, sino sobre el caso de que la mujer tenga la culpa de arruinar la familia del hombre. ¿No será que la culpa la tiene él? Al final es su familia, no la de ella, ¿no? Pero por otro lado pienso en que si las mujeres tuviéramos como regla de oro no meternos con casados probablemente habría menos casos como el de Stewart-Sanders.

No es noticia que los hombres, tan básicos como el color negro, se dejan guiar por la calentura del momento. Cuántas veces no escuchamos que se acuestan con mujeres de las que no saben ni el nombre, mientras que las Cirilas le echamos mucha más cabeza a la hora de meternos entre las sábanas con algún Cirilo. Por eso creo que si nosotras decidimos ser solidarias con nuestro género, podríamos evitar que muchas “calenturas masculinas del momento” acaben con familias.

Las mujeres nos dejamos engañar, a veces por mensas, otras porque preferimos creernos cuentos vaqueros con tal de seguir con Cirilo bandido que claramente está cometiendo una falta terrible. Ellos son capaces de decir lo que sea para convencer a su presa: “me estoy separando”, “mi esposa y yo hasta dormimos en camas diferentes”, “lo que yo tengo ya no es un matrimonio”, y ahí va Cirila ilusa a creerle al Sutanito mentiroso, lo que conocemos como pretextos manidos para lograr que Cirila se ponga en posición horizontal.

Si decimos no desde el primer momento en el que un hombre con pareja intenta tener algo con nosotras, cualesquiera que sean sus argumentos y herramientas para la caza efectiva, evitamos un montón de consecuencias que nos inculpan por imprudentes.

Dicen que nunca hagas lo que no quieres que te hagan. Si nos ponemos en el lugar de la esposa cuerneada obviamente no solo querríamos hacer picadillo a Cirilo, sino a la ¡”·$%&/#! vieja esa que accedió a meterse con un hombre casado.

Ya sea por calentura o por gusto genuino, no existe ningún tipo de justificación a meterse con un hombre con familia. Ahora, no puede pesar completa la carga sobre ella como la rompe-hogares; él también tiene su gran parte de culpa. Cuando tomamos una acción debemos saber sobre sus consecuencias para que cuando éstas azoten por su propio peso no andemos lloriqueando y, entonces sí, arrepintiéndonos.

Claro, todos cometemos errores en la vida, errores que nos hacen aprender y de los que probablemente se salga ilesa en algunos casos. Pero cuando de infidelidad se trata, el equilibrio de la balanza debiera dictar que cada parte tiene su respectiva culpa: él por no pensar en su familia antes de regarla de esa manera, y ella por valerle queso dañar a otra mujer que espera con los brazos abiertos a que su marido llegue a casa.