CIUDAD DE MÉXICO, 16 de septiembre.- Qué sería de la geografía de México sin los santos. Sus nombres le dan identidad a una buena parte del territorio nacional, cuyo rostro no sería el mismo sin el santoral. Existen 61 mil 687 registros de estados, municipios, localidades rurales, colonias, calles, estaciones del Metro, aeropuertos y hasta ríos, lagunas y cerros con la nomenclatura de un santo, según el INEGI.
Esto, sin contar a los que nos encontramos a diario en el calendario, en escapularios o en las estampitas que se guardan en la cartera; son patronos de las ferias y, obviamente, aquellas imágenes que viven y dan apellido a los templos. De hecho, los nombres más comunes entre los mexicanos son los de un santo: José, María y Juan.
Hay entidades con el fervor a flor de piel, aunque no necesariamente por el número de fieles, sino porque más de la mitad de su territorio empieza con un San. En Oaxaca, por ejemplo, seis de cada diez municipios deben su nombre a un santo. Y, entre éstos, son infaltables los cuatro evangelistas y once de los doce discípulos de Jesús. El único que no aparece es San Judas Tadeo, hecho a un lado por el riesgo de ser confundido con Judas Iscariote, el traidor.
“Quizá por eso vamos a encontrar menos pueblos dedicados a San Judas Tadeo”, explica monseñor Pedro Agustín Rivera, rector de la Antigua Basílica de Guadalupe. Y así es: por cada San Judas hay 49 San José nombrando un lugar.
Los populares del mapa
Los cinco santos más populares en México son San José, San Antonio, San Juan, San Francisco y San Pedro. Aunque tampoco es por tener a sus pies al mayor número de católicos, sino porque lograron inmortalizarse en los mapas de prácticamente diez mil sitios.
San José es el número uno. Se lo puede encontrar como municipio en una cuarta parte de los estados: Aguascalientes, Chiapas, Guanajuato, Estado de México, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala.
Y en la toponimia nacional no hay quien le gane a los santos. Ni siquiera los héroes patrios, menos los ex presidentes, por muy populares que hayan sido. Por cada sitio dedicado a Benito Juárez hay cuatro a San Juan; por cada Miguel Hidalgo existen cuatro San Pedro y compite un Lázaro Cárdenas contra seis San Francisco.
Los primeros santos patronos provienen de la Colonia. Conforme se expandía el Evangelio, los indígenas aceptaban agregarle un santo al nombre de su localidad.
Con frecuencia la victoria militar trajo consigo la imposición de los primeros lugares “santos”, de acuerdo con la investigación de Pierre Ragon, de El Colegio de México, Los santos patronos de las ciudades del México central.
También los santos respondieron a distintas necesidades: angustias colectivas, crisis agrícolas, búsqueda de respuestas divinas.
Los santos fueron “personas reales, históricas, que nos dieron un ejemplo, un modelo de vida a seguir. Ahora que están en el cielo, los invocamos como nuestros intercesores”, afirma monseñor Rivera.
Practican lo contrario
Muchos lugares sí hacen honor al nombre de su santo. Ahí está San Buenaventura, Coahuila, donde prácticamente sus 22 mil habitantes tienen luz eléctrica, piso de losa y no hubo un solo divorcio en 2010.
Pero hay localidades que no practican lo enseñado por su santo, como Santa María del Oro, Jalisco; San Pablo Coatlán, Oaxaca, y San Fernando, Tamaulipas.
Santa María del Oro nada tiene de rico. Está entre los 15 municipios más pobres de Jalisco y la Secretaría de Desarrollo Social lo catalogó de muy alta marginación. Aún 30% de los pobladores vive sin agua potable y casi la mitad sin drenaje.
A San Pablo se le atribuye sabiduría y conocimiento, pero al menos no en Oaxaca. En San Pablo Coatlán sólo 13 personas se han graduado de la universidad, y únicamente uno de los más de cuatro mil habitantes tiene un título de posgrado.
Y San Fernando, personaje conocido por su piedad, tiene en Tamaulipas un municipio con su nombre que es el quinto con más homicidios de la entidad. Y aún está fresca en la memoria la peor matanza conocida contra inmigrantes. Y así, por cada santo en el mapa, hay más de una historia por contar.