El único testigo que aportó información sobre el desalojo de diciembre en la Normal de Ayotzinampa, a la postre fue mandado asesinar por su pareja, de quien parecía “muy enamorado”.
Contrario a lo declarado por su concubina Margarita Arcos Nava, compañeros de Jaime Galván Rodríguez -el testigo protegido en el caso Ayotzinapa- señalaron que en realidad él era víctima de maltrato por parte de la mujer.
Por su forma de ser, a Jaime, el apodo de “El Diablo” simplemente no le quedaba.
En un recorrido por los talleres mecánicos en que el “T-1” prestó sus servicios, casi todos en el lado sur de Chilpancingo, se pudieron rescatar datos relacionados con el único testigo que aportó información clave respecto a los hechos del 12 de diciembre de 2011, cuando un desalojo de estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa terminó con tres personas muertas, dos de ellas estudiantes del plantel.
Lo acusaba de golpeador
La tarde del lunes 15 de octubre, la Procuraduría General de Justicia (PGJ) emitió un comunicado en el que dio a conocer el arraigo de tres personas por el homicidio de Jaime Galván “El Diablo”, aunque la fiscalía guerrerense lo manejaba como el “T-1”.
El último sobrenombre se le adjudicó por ser el primer testigo protegido en la investigación derivada de los hechos del 12 de diciembre, quien responsabilizó a la Policía Federal por el asesinato de Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús.
El martes 16, la procuradora Martha Elba Garzón Bernal dio a conocer el móvil que hasta el momento se tiene sobre la muerte de Jaime. La señora Arcos Nava declaró que éste la golpeaba y celaba mucho.
Por eso ofreció a dos hombres, Noel Salgado Valerio y José Alfredo Bello Martínez, la cantidad de 100 mil pesos para que lo asesinaran.
De acuerdo con la investigación, el atentado se consumó la noche del 1 de septiembre. La concubina pagó solo 30 mil pesos de manera inicial.
Pichones en el menú
Este martes se constató que, efectivamente, los tres implicados permanecen en la casa de arraigo, ubicada a unos 200 metros de las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia.
Es una construcción color verde pistache de dos plantas, resguardada las 24 horas por elementos de la Policía Ministerial.
Margarita Arcos Nava tiene 49 años. Su domicilio está registrado sobre la carretera nacional México-Acapulco, en el kilómetro 276, pertenece a la colonia Salubridad.
En la parte frontal del predio se ubica un restaurante con razón social “Bacos”, en su menú ofrece pichones, arrachera, codornices y como especialidad alitas adobadas.
Se indica que el ambiente es familiar y que el servicio es de martes a domingo.
Este martes el lugar permaneció cerrado. Desde la reja de metal se pudo observar el piso limpio y las sillas colocadas adecuadamente sobre las mesas, prueba de que la última vez que se abrió al público tuvo una jornada normal, lo que permitió cerrar sin complicaciones.
El techo es de palapa y la instalación está rodeada por muchas plantas de ornato, sobre todo palmas y sábilas.
Al fondo se erige una construcción de dos pisos color blanca, ahí vivía Jaime con Margarita, ese es el lugar de donde el testigo salió la noche del 1 de septiembre, alentado por el supuesto par de amigos que después lo asesinarían.
Lejos de “El Diablo”
Uno de los compañeros que tuvo Jaime en el oficio de la mecánica, el único que venció el miedo y accedió a dialogar ante cámara, aunque con el beneficio del anonimato, lo recuerda como un joven de entre 28 y 30 años; trabajador y sociable, aunque maltratado por diversas circunstancias.
¿Era un buen compañero?
-Pues la verdad era a todo dar el chavo, trabajador y para nada peleonero.
¿No era “El Diablo”, como le decían?
-No, para nada, como que ese apodo no le quedaba bien.
Dos años atrás llegó al taller mecánico ubicado frente al punto en que se suscitó el desalojo del 12 de diciembre de 2011.
“Llegó solo, pidió trabajo y se lo dieron, sabía hacer de todo lo que tenía que ver con mecánica general”, dice el hombre de aspecto rudo.
Se le pregunta sobre la relación que el T-1 llevaba con su mujer y responde que era de un claro maltrato, pero no como lo dio a conocer el martes la PGJ.
“Su esposa sí lo maltrataba. Seguido le decía de cosas y hasta le vino pegar como dos veces al taller, le pegaba de trancazos.
¿Qué decía él sobre los golpes?
–Nada, solo se agachaba y se ponía y triste. Se ve que estaba muy enamorado de la señora.
El 12 de diciembre de 2011, Jaime estaba solo con un anciano que cuidaba el taller. Al día siguiente ya no se presentó a trabajar y sus compañeros supieron de su determinación de trabajar solo, por lo que se difundió en los medios de comunicación.
El mecánico que responde los cuestionamientos habla en voz baja, como señal de respeto hacia la memoria de alguien que ya no está.
Asegura que el recuerdo duele, sobre todo cuando hace un último comentario sobre la manera en que vivía su cotidianeidad el testigo protegido.
“Nosotros sabíamos que todo el dinero que le ingresaba iba a parar casi completo a las manos de su mujer. Siempre se le veía comiendo sopas Maruchan o papas fritas con su refresco de cola, aunque era alguien medio alegre, en realidad llevaba una vida muy triste”.