CIUDAD DE MÉXICO, 30 de octubre.- El político coahuilense Francisco I. Madero (1873-1913) festejó su último cumpleaños, el número 39, un día como hoy (30 de octubre) de hace cien años, de manera “tranquila y optimista”, asegura el historiador Alejandro Rosas.
Seguramente celebró con sus allegados y su familia en el Castillo de Chapultepec, narra el estudioso, en una reunión austera e íntima. “Quizá pudo haber bailado, porque le gustaba el baile y se le reconocía como buen bailarín. Y, como solía suceder con el Presidente de la República, la clase gobernante le debió haber enviado telegramas de felicitación”.
Rosas piensa que quien tomó posesión como Presidente de México el 6 de noviembre de 1911 pasó un último cumpleaños feliz –murió el 22 de febrero de 1913–, porque para ese momento su gobierno ya había sofocado las rebeliones más importantes que había sufrido: la de Pascual Orozco, la de Bernardo Reyes y la de Félix Díaz.
“Es decir, prácticamente, para octubre de 1912 tenía el país bajo su control. Sí había levantamientos, pero estaba tranquila la cosa. Además, en Morelos, donde se habían levantado en armas los zapatistas, tenía a Felipe Ángeles, que era muy buen conciliador y mediador. Esto había relajado la situación en el estado, en comparación a un año antes”, agrega en entrevista.
El catedrático de la UNAM añade que otra cosa que seguro alegró al mandatario es que en octubre de 1912 ya estaba integrada la primera legislatura electa libremente. “Cuando él llegó al poder en noviembre de 1911, los diputados eran casi todos porfiristas. Las elecciones se llevaron a cabo en octubre de 1912 y para ese entonces él ya tenía el apoyo de la mayoría del congreso, lo que sin duda fue motivo de alegría”.
El autor de 99 pasiones en la historia de México admite que Francisco sí tenía algunos problemas con su hermano Gustavo, quien le cuestionaba que tuviera en su gabinete a su tío Ernesto Madero, y a su primo Rafael Hernández. “Eran más porfiristas que don Porfirio y eso obstaculizó el entendimiento entre el gabinete revolucionario y el Congreso con mayoría de oposición. Madero quería ser tan conciliador que eso paralizó a su gobierno. Él decía ‘son mi familia, los conozco y sé que no van a robar’”.
El divulgador de la historia desde hace 20 años destaca que “increíblemente, para ese último tercio de 1912, parecía que las cosas mejoraban para Madero. Pero cometió errores graves, como traer a la Ciudad de México a Félix Díaz y no matarlo, porque eso trajo la conspiración a la capital y sentó las bases para su futuro asesinato”.
Y fue precisamente el 30 de octubre de 1912, el día de su último cumpleaños, cuando el Rito Nacional Mexicano, al que pertenecía como masón, le solicitó respetar la vida del general Félix Díaz, miembro también de esta agrupación, aunque en un grado más alto; según consta en un documento de la Colección Revolución, ubicado en el expediente 41.
En opinión del historiador Pedro Castro, Madero nunca entendió bien a bien todas las cosas que se desencadenaron. “Como no entendía los propósitos de los actores que le rodearon, fue cometiendo errores muy graves, que tenían que ver con su origen de clase; él era un gran terrateniente norteño y pensó que un cambio político sería suficiente.
“Llegó un momento en que quedó mal con todo el mundo, hasta con sus aliados, y acabó siendo víctima de un golpe de Estado. Las personas en las que él confió sólo esperaban el momento de desplazarlo. Fue trágico, pues no se conformaron con desplazarlo del poder, sino lo asesinaron. No entendió la complejidad del México de ese momento”, concluye.