Acuerdo México-Francia, para no olvidar

Guadalajara • El conjunto de requisitos exigidos para formalizar la Carta de Invitación, el acta oficial que deben conseguir los extranjeros de fuera de la Unión Europea (UE) para visitar España y alojarse en casa de un particular, sirvió de telón de fondo de la charla que ofreció el viernes pasado el historiador José María Muriá, en avenida La Paz 2453, con el título Acuerdo México-Francia del 22 de agosto de 1940: la diplomacia salvadora de México, organizada por el Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara (UdeG).

Muriá arrancó el diálogo expresando su malestar por el “desagradecimiento” colectivo que últimamente ha notado por parte de los españoles hacia los mexicanos, olvidándose de la solidaridad que México mostró hacia los refugiados españoles: “Cómo es posible que este país nuestro que en algún tiempo fue tan querendón y apapachón con los españoles, especialmente con los refugiados españoles, ahora incluso no haya en España voces que se levanten airadamente a protestar por estos malos tratos de que estamos siendo objeto los mexicanos. No quiero decir con ello que todos no sean solidarios, pero he percibido espacios en los que no nos quieren, por las razones que sean”.

Muestra de la solidaridad de México con España, es el telegrama enviado los primeros días de julio de 1940 por el presidente Lázaro Cárdenas al embajador del país en la Francia libre, Luis Rodríguez, en el que decía que “dadas las condiciones en que viven los refugiados españoles en Francia, ruego a usted emprenda las gestiones necesarias para que el gobierno de México les pueda ofrecer y concretar la mayor protección posible”, tal y como contó Muriá.

El historiador aseguró que “pocos españoles supieron de este documento y, sin embargo, es el principio de una de las epopeyas más importantes, si no es la que más, de la historia de la diplomacia de este planeta”.

El 22 de agosto de 1940 se firmó el Acuerdo México-Francia referido en el título de la charla, según el cual, “todos los refugiados españoles que estuvieran en Francia quedaban automáticamente bajo la protección de la bandera mexicana, hubiesen manifestado o no el deseo de venir a México; todos eran considerados en tránsito hacia México”.

José María Muriá señaló que no sólo los españoles no supieron reconocer la importancia y el valor de este acuerdo como “el gran papel que los protegía”, sino que tampoco en México se reconoció la que insistió en definir como “una de las más grandes gestas de la diplomacia en este planeta; a lo mejor hay otras en otro planeta, pero en éste es difícil encontrar. Es de lamentarse que, por culpa de quienes manejan a veces la información y la educación, los mexicanos no tengamos conciencia plena de este fenómeno del cual nos podemos sentir hasta muchísimo más orgullosos que de algunas cosas como si metemos un gol a Brasil o qué sé yo”.