“Antes se burlaban de mis guaraches, ya no”

Orgulloso, Hilario López Bautista, originario de Jalisco, afirma, con una sonrisa, “simplemente, soy huichol” afuera de la sede del gobierno del Distrito Federal (GDF) y en medio del bullicio de los paseantes del Centro.

Lleva más de 20 años de vivir en la Ciudad de México. En ese tiempo, narra, muy pocas veces se ha sentido discriminado, pero, reconoce, que su llegada a la capital fue difícil por el idioma y su forma de vestir. “Se burlaban de mis guaraches, ahora ya no”, recuerda.

El artesano, que vende los sábados en la Plaza de San Jacinto en San Ángel, comenta que sí hay mucha discriminación, pero a él no le ha tocado sufrirla.

“Yo creo que sí hay discriminación, a mí no me ha tocado Gracias a Dios. Sigo adelante. No contesto mucho, cuando me digan algo, no contestar lo que te hace daño. No hablo con la gente mucho”, dice.

En dos ocasiones ha tenido que auxiliar a dos amigos también de origen huichol.

El primero tuvo que acudir a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito federal (CDHDF) para obligar que un cliente —que le quitó una artesanía y lo corrió del lugar— le pagara.

El segundo, relata Hilario, era un compañero que si bien se había tomado sus tragos, fue detenido por la policía “lo querían meter (a la cárcel), yo creo, de por vida”. La comunidad huichola consiguió un abogado y lograron sacarlo del reclusorio porque nunca les informaron de qué se le acusaba.

“El gobierno debe apoyar”

Él forma parte de uno de los tres grupos poblacionales del DF que son más discriminados según la Encuesta sobre la Discriminación de la Ciudad de México 2013.

Explica que sería necesario que el gobierno apoye a las personas para que mejoren su situación económica porque el motivo de llegar a la capital del país es para ganar más dinero que en sus poblaciones de origen.

Hilario externa que quiere mucho a México y a su pueblo. Mientras busca a su pareja, que la perdió de vista unos minutos, se muestra orgulloso de sus orígenes.

Habla de Wirikuta, en San Luis Potosí, y la defensa que hacen los pueblos indígenas de la zona sagrada. “Es el paraíso”, afirma.