Caso Iguala: narco intimidó a la iglesia

*De los 350 reportes de personas no localizadas,
sólo siete familias han recuperado los restos de
sus familiares…

IGUALA, Gro., 23 de septiembre.— En esas primeras búsquedas realizadas en los cerros de Iguala para tratar de hallar a los 43 normalistas de Ayotzinapa, que destaparon decenas de fosas, también nacieron diversos líderes que se preguntaban que si las osamentas no pertenecían a los estudiantes, entonces a quién; así que la sociedad civil se unió para intentar devolverle la identidad aquellos restos que fueron asomándose entre el valle de esa ciudad.

Uno de los grandes guerreros de esta lucha ha sido el sacerdote Óscar Maurico Prudenciano, párroco de la iglesia de San Gerardo, quien asegura que antes de esta tragedia, la iglesia católica aún no vislumbraba cuál era la magnitud de la violencia.

A unos días de que el obispo de Chilpancingo, Salvador Rangel y los sacerdotes de Guerrero se reúnan para encabezar una vigilia de oración por La Paz en el zócalo de Iguala, el padre Prudenciano, afirma a Excélsior que si la Iglesia católica se tardó tanto en reaccionar para atender a las víctimas, y hasta ahora él es uno los pocos que ha acompañado a la familias de los desaparecidos, ha sido porque los sacerdotes también son víctimas del miedo.

“Nosotros también hemos sido víctimas de la violencia. Un compañero sacerdote fue secuestrado; por otro nos pidieron rescate; a otro lo desaparecieron. Muchos nos dicen ‘calladitos se ven más bonitos’; de este tipo de amenazas muchos sacerdotes las han tenido, y obviamente, todos queremos preservar nuestra vida. Todos queremos vivir”, confiesa.

Antes del 26 de septiembre de 2014, el padre Prudenciano sólo se concentraba en las homilías y la administración de la Iglesia de San Gerardo. Pero esa llamada que a su puerta le hiciera la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) hace casi un año, cambió su destino.

“Cuando ya empiezan a sacar cuerpos, los de la UPOEG me piden que si les permitía reunirse aquí con la gente, y yo les dije que con toda confianza”, recuerda.

Las primeras invitaciones que este grupo de policías comunitarios habían hecho a la ciudadanía, en el zócalo de Iguala, para comunicarles sus hallazgos simplemente nadie las respondió, así que debieron echar mano de la confianza que había hacia la Iglesia y el padre Prudenciano con la finalidad de que las víctimas con familiares desaparecidos lograran vencer el miedo y levantaran la mano.

A casi un año de que el párroco abriera las puertas de su iglesia para que ahí se reunieran las familias se ha logrado integrar un padrón de 350 personas desaparecidas en la zona, se han exhumado 104 cuerpos, se han identificado a 10 personas y siete familias han tenido la dicha de recuperar los restos de sus hijos.

“Cuando la PGR (Procuraduría General de la República) me comunica que ya va a entregar los restos de alguien, yo me alegro con esa familia, rezo con ellos y celebro la misa con ellos”, cuenta.

Pero existen detalles más visibles en la iglesia que muestran el gran trabajo que se ha hecho en San Gerardo. En una habitación, que está ubicada a un costado de la capilla, se encuentra una especie de periódico mural con las fotografías de 158 desaparecidos unidas por la frase “Te buscaré hasta encontrarte”.

Y abajo de cada retrato en hojas de colores está escrito con plumón negro el nombre de cada uno y su fecha de desaparición. Enfrente de estas imágenes también están pegadas en la pared otras 104 hojas con la imagen de una paloma blanca que representan los cuerpos exhumados y siete palomas más, pero con el símbolo de una cruz, que simbolizan los cuerpos que han regresado a sus familias.

El Reencuentro con sus muertos

Una de las siete familias que ya tienen los restos de sus seres queridos es la de Gerardo, de 28 años. Sus padres fueron las primeras familias que llegaron al templo con la esperanza de que entre los cerros de Iguala pudieran encontrar a su hijo, éste era el único sitio que les faltaba por buscar.

“Empezamos a venir al grupo y volvimos a levantar la denuncia ante la PGR. Fueron 25 meses de espera”, cuenta la mamá de Gerardo, quien prefiere el anonimato.

De ese primer día, que llegaron a la Iglesia sin conocer el paradero de su hijo donde Excélsior también tuvo la oportunidad de entrevistarlos, a este momento sus semblantes y su andar es otro.

Aunque para él, el golpe más brutal fue cuando las autoridades federales tocaron en su casa para avisarle que debía viajar a la Ciudad de México, al Servicio Médico Forense de la PGR, porque tenían los resultados de las muestras de ADN. Y asegura que es mentira que un padre esté preparado para enterarse sobre la muerte de su hijo.

Ese 14 de mayo, en las instalaciones de la PGR, volvieron a reunirse con su hijo después de 25 meses de angustia. “Estaba casi completo en un 97 por ciento. Hasta logramos ver la fisura de su pierna, que nunca se la curó bien”, comenta.

En el panteón municipal de Huitzuco es a donde todas las semanas van a visitar a Gerardo, en la capilla familiar. Ahí está la urna negra que guarda las cenizas de su hijo y que ellos acarician con tanto fervor. No hay semana en que no lo visiten, que limpien el espacio y le compren rosas blancas.

Es más, cuando su papá se siente triste, agarra las llaves y se dirige hacia al cementerio con un juego de póker para platicar y jugar con su hijo, el más pequeño.

“Tenerlo aquí nos da una gran tranquilidad. Ya no tenemos la angustia de no saber dónde está. Sabemos que en cualquier rato que tengamos melancolía venimos con él. Y nos libramos de la preocupación de saber si había comido, si tendría techo, si estará bien vestido. Esas son preguntas que nos hicimos mucho tiempo”, dice su papá.

Para Mayra Vergara, este tipo de reencuentros la mantienen llena de esperanza. Ella fue de las primeras familias valientes que levantaron la mano y denunciaron que le faltaba un hermano, Tomás. Desde que se abrieron las puertas de la iglesia ha sido constante su lucha.

Su mayor miedo es que el ánimo en la parroquia decaiga y que los familiares dejen de luchar por el regreso de los suyos, porque dice que el trabajo de encontrar a los 104 cuerpos lo hicieron solamente ellos y la policía comunitaria.

“La PGR nada más ha exhumado, no ha encontrado”, denuncia, por eso teme que si ellos no siguen insistiendo, las autoridades no lo harán.

El padre Prudenciano también está muy comprometido con la causa y dice que seguirá dando consuelo y apoyando a las víctimas que lo requieran.

“Me tocó a mí iniciar este trabajo en Iguala, sabedor del riesgo que uno puede correr, pero yo siempre lo he dicho, que yo no estoy buscando a los culpables, que yo no me estoy dedicando a buscar quién hizo esto, yo sólo estoy aquí por el amor al prójimo sirviéndole a las víctimas y pidiendo a Dios por la conversión de esa gente para que deje de hacer daño.