En su última visita al consultorio José Luis quedó sorprendido: tras revisar pruebas de laboratorio, el médico le dijo que llevaba varios años infectado con un gusano parásito (Taenia solium) conocido popularmente en nuestro país como «solitaria». ¿Cómo era posible? preguntó el paciente, quien sólo había sentido algunos leves dolores de cabeza.
Tras un breve interrogatorio el médico confirmó sus sospechas: José Luis solía comer con frecuencia tacos de carnitas en alguno de los puestos ambulantes cercanos a su oficina. Probablemente el alimento estaba contaminado con larvas de ese gusano plano de la familia de los céstodos, causante de cisticercosis (en cerdos y humanos) y teniasis o infección por solitaria (en nuestra especie).
Los cisticercos (larvas) no se habían instalado en el sistema nervioso, donde pueden causar neurocisticercosis. Un tratamiento farmacológico posterior resolvió el problema en un par de semanas. José Luis tuvo suerte, pues el diagnóstico oportuno de la parasitosis sigue siendo un reto, sobre todo en el medio rural.
Según la Organización Mundial de Salud, la cisticercosis es una infección «de la pobreza» común en países de América Latina, el sur de África y Asia, donde cada año se registran (en conjunto) unos 50 millones de casos, así como unas 50 mil muertes asociadas. En contraste, naciones europeas desarrolladas como Alemania la han erradicado mediante la aplicación de estrictas medidas sanitarias.
Este panorama podría cambiar drásticamente, gracias al avance reportado por un equipo multinacional en la revista Nature: el desciframiento del genoma (conjunto de genes) de la Taenia solium, proyecto impulsado desde 2004 por varios grupos académicos en la UNAM. Entre ellos participan expertos de los Institutos de Investigaciones Biomédicas (IIBm) y de Biotecnología (IBt), quienes descubrieron que el organismo posee unos 130 millones de pares de bases o «letras» genéticas
«Identificamos nuevos blancos potenciales de medicamentos, incluidos algunos en los cuales podrían actuar los fármacos que están disponibles. El genoma provee una rica fuente para el desarrollo de medidas de tratamiento y control que son muy necesarias», consignan los autores en su artículo Los genomas de cuatro especies de gusanos planos revelan adaptaciones al parasitismo.
Difícil diagnóstico
Los tratamientos actuales contra la cisticercosis incluyen el empleo de medicamentos antiparasitantes como el albendazol y el praziquantel. Hace años la cirugía también era una estrategia común para eliminarla del sistema nervioso, donde puede alojarse al igual que en músculos y tejido bajo la piel. Aunque las dificultades para diagnosticar esta forma (se requieren imágenes cerebrales, como la tomografía) dificultan tal labor.
También se han desarrollado vacunas para cerdos en varios países, incluido México, donde esta labor es impulsada por un grupo académico de la UNAM liderado por Edda Sciutto Conde, del IIBm. La primera versión la obtuvieron a partir de componentes de la Taenia solium que inducen respuesta inmunitaria e impiden que el parásito se instale.
Esa primera versión fue elaborada a partir de tres moléculas involucradas en la respuesta imnunitaria, mismas que fueron sintetizadas en laboratorio. La vacuna se probó en cerdos de traspatio en comunidades rurales en Puebla. La cifra de animales protegidos tras recibirla se redujo a la mitad y la carga parasitaria en 98%. La segunda versión fue elaborada con tecnologías de ingeniería genética.
A la fecha, el grupo de la doctora Sciutto experimenta una tercera versión que a diferencia de las anteriores (que son inyectables) será comestible. Ya lograron expresarla en células de papaya transgénica en el laboratorio y esperan que tenga una eficacia similar, con la ventaja que será más fácil administrarla a los cerdos.
«México ha desarrollado muchas tecnologías para el diagnóstico y la prevención de esta parasitosis. Ahora con el desciframiento del genoma tenemos el conocimiento necesario para erradicarla, aunque todavía prevalezcan las condiciones de pobreza», comenta la doctora Sciutto, quien también participó en el artículo difundido en Nature.
Parásito «fascinante»
La definición del diccionario indica que «un parásito es un organismo animal o vegetal que vive a expensas de otro de distinta especie». Suena obvio, mas los hallazgos de los científicos involucrados en este proyecto resultaron reveladores, pues observaron un nivel de adaptación extremo de este organismo, que depende por completo de su huésped.
«Es un organismo fascinante, pues su genoma muestra adaptaciones extremas al parasitismo. Al analizar su maquinaria metabólica encontramos que su capacidad para biosintetizar aminoácidos y ácidos grasos está desechada (no tiene órganos equivalentes a un aparato digestivo), porque toma estos nutrientes de su huésped», expresa el investigador Juan Pedro Laclette San Román.
El también investigador del IIBm y líder del grupo mexicano que participó en el trabajo dice que con la información genética de la Taenia solium, ahora será posible actualizar sus métodos de diagnóstico, tratamiento y vacunas para hacer nuevas versiones mucho más eficientes e incluso manipularlo y sacar ventaja de él.
Por ejemplo, anticipa, será posible usar al cisticerco como vehículo de otras sustancias capaces de inducir una respuesta inmunitaria para proteger a los cerdos de otras enfermedades comunes que los aquejan, como la lengua negra o la rabia. Poco antes de sacrificarlos para aprovechar su carne, se les aplicarían medicamentos para eliminar la infección y así quedarían libres de patógenos.
También se encontraron cambios en la expresión de proteínas del cisticerco, según su fase de desarrollo.