De héroe de guerra a deportado en México

LOS ÁNGELES, 28 de septiembre.— Fabián Rebolledo nació en Cuernavaca, se fue a la guerra en Kosovo como soldado del Ejército estadunidense, que le concedió su baja con honores, y ahora vive en Tijuana, deportado por cobrar un cheque de 750 dólares sin fondos que le pagó un patrón.

“No tengo resentimiento con Estados Unidos, sino con las autoridades de migración”, platicó Rebolledo al salir de su casa en Playas de Tijuana.

Los padres de Fabián Rebolledo viven en Los Ángeles, donde platicaron con Excélsior.

“Lo que le hicieron a mi hijo fue un engaño desde el principio, desde que le dijeron que por entrar al Ejército sería un ciudadano estadunidense”, dijo doña Cruz Rebolledo, sentada a la sombra de limonares que ella misma plantó en el patio de su casa, cerca de jaulas con pericos, para no extrañar al estado de Morelos.

A esa casa en abril de 2009 llegó un grupo de oficiales federales de migración fuertemente armado y con chalecos antibalas a detener a Fabián Rebolledo para arrestarlo y ponerlo en proceso de deportación.

El exmilitar de la 82 Brigada Helitransportada de Carolina del Norte contó que hasta entonces su vida había sido como la de un inmigrante promedio.

Llegó a Los Ángeles a la edad de 12 años y obtuvo la residencia legal. No era indocumentado. Estudió la secundaria y la preparatoria en California y decidió integrarse al Ejército en 1997. Dos años más tarde lo enviaron al frente en Kosovo, y un año después el Ejército lo despedía con reconocimientos.

Decidió estudiar nuevamente y en 2005 recibió su licencia como contratista en construcción, y fue en 2007 que comenzó la experiencia que terminó con su deportación.

Había trabajado tres días y le pagaron con un cheque de una compañía de camiones de carga de El Monte, California. Cuando fue a cobrarlo, del banco llamaron a la policía y acusaron al exmilitar, le dijeron que el cheque no tenía fondos y que era de una cuenta que había cometido varios fraudes.

La policía se llevó a la cárcel al exsoldado. Un juez le otorgó la libertad condicional y pasaron varios meses hasta un día en que un policía le dio una infracción por no tener licencia, fue enviado de nuevo ante una corte y comenzaron las complicaciones.

Al retomar el asunto del cheque, un juez lo declaró culpable de complicidad para cometer fraudes, y lo envió 16 meses a prisión. Rebolledo salió libre a los ocho meses, pero como la sentencia fue pronunciada por más de un año, se convirtió automáticamente en agravante para un residente legal. Poco después de salir libre fue detenido y conducido a un centro de detenciones.

“Fue hasta que estuve frente a un juez federal de migración que ordenó mi deportación que comprendí que yo no era ciudadano estadunidense; fue como si me aventaran agua fría”, recordó.

La madre del militar expresó con dolor que “los que se lo llevaron no eran buenas personas; lo sometieron, luego le dieron una tunda antes de echarlo para Tijuana, y rompieron papeles militares”.

El señor Pascual Rebolledo, el padre del soldado, opinó que ha sido un caso enteramente injusto. “Espero que las autoridades rectifiquen y lo dejen regresar” a Los Ángeles.

Don Pascual ha visto a ciudadanos estadunidenses cometer delitos graves y quedar libres sin mayores problemas; Fabián “pudo pagar multas, como hacen todos, pero tomaron sus faltas fuera de proporción”.

Otro militar que fundó la organización de los Veteranos Desvanecidos, en relación con los soldados estadunidenses que han sido deportados, Héctor Barajas, dijo desconocer cuántos de los más de cinco mil militares expulsados de Estados Unidos luego de servir a las fuerzas armadas son mexicanos.

“Pero anda en los miles, somos miles los mexicanos”, comentó, y enfatizó que cada vez son más los veteranos que son expulsados por faltas menores.

Cuando Rebolledo se dio de alta en el Ejército le dijeron que automáticamente se convertía en ciudadano estadunidense, lo mismo le dijeron a Barajas. “Yo no sabía que no era todavía ciudadano, ni que siendo residente legal también me podían deportar”, dijo Héctor Barajas.

Al reclutarlos, las fuerzas armadas nunca les dijeron que tenían que iniciar un trámite para solicitar la ciudadanía estadunidense, que tomaría por lo menos un par de años. Ambos supusieron que eran ciudadanos automáticamente por ofrecerse a defender al país, como les habían explicado en el reclutamiento.

Los padres de Rebolledo viajan poco a Tijuana, sólo cuando reúnen algo con lo que puedan ayudar a su hijo único, y cuando la señora Cruz cocina platillos preferidos de su hijo.

La familia contrató a un abogado de migración para que lleve el caso de Fabián Rebolledo. Todavía no se establece ninguna fecha de audiencia.

En Tijuana, Rebolledo vende ropa usada que sus padres le hacen llegar desde Los Ángeles y trabaja eventualmente en un taller de compostura de electrodomésticos. Tiene un hijo de 14 años de edad que vive con su exesposa.