Con el cuerpo vulnerado, sometido, degradado, cubriéndolo de vergüenza y miedo, anular su ser femenino y declararle la guerra al cuerpo, suelen ser dos de las actitudes más frecuentes después de que una mujer ha vivido violencia sexual.
Se define ésta según las Naciones Unidas como “cualquier acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de su relación con la víctima, en cualquier ámbito. Comprende la violación, que se define como la penetración, mediante coerción física o de otra índole, de la vagina o el ano con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto”.
Bañarse una y otra vez después de la agresión sexual es un acto recurrente; sin embargo, Laura Martínez Rodríguez, directora de la Asociación para el Desarrollo Integral de las Personas Violadas (Adivac), recomienda no bañarse ni cambiarse de ropa después del ataque, pues si la mujer decide denunciar: “es necesario tener evidencia de la agresión (por ejemplo, en las uñas puede haber sangre o restos de la piel del agresor)”.
Enojo, sensación de miedo, temor, confusión y hasta culpa invade a la víctima de la violencia. “La primera pregunta que se hacen y que queda sin respuesta es ¿porqué me pasó a mi?”. Entre las recomendaciones de esta asociación civil con 20 años de servicio, está buscar un sitio seguro, la casa de una amiga o de un familiar donde la víctima pueda protegerse y llamar a alguien en quien confíe.
Enseguida, recibir atención médica, a pesar de que la persona decida no denunciar la violación. “Pues aunque la mujer no tenga heridas visibles, corre el riesgo de haber sufrido lesiones internas graves, infecciones de trasmisión sexual o un embarazo no deseado. Es fundamental que la víctima reciba atención sicológica, médica y legal; hable de lo ocurrido sin ninguna presión; sea escuchada sin juicios de valor; y maneje la sensación de enojo, culpa y frustración”.
En caso de que la mujer decida denunciar, Adivac indica que la denuncia debe levantarse dentro de las 24 horas siguientes a la agresión sexual ante el Ministerio Público, que según leyes mexicanas, funge como abogado de la persona agredida. La denuncia debe presentarse ante la Agencia Especializada de Delitos Sexuales.
Los delitos sexuales no requieren de la presencia de testigos, pues se consideran delitos de oculta realización, no obstante, autoridades expertas en el tema refieren que es indispensable la imputación directa y sostenida , es decir, que la persona violada señale al presunto agresor y sostenga la acusación. “En caso de que nunca haya visto al agresor o agresores sexuales, es indispensable elaborar un retrato hablado. Si la persona fue drogada o sedada, debe exigir que se le practique una prueba antidoping (sangre y orina para comprobarlo)”, refiere Martínez.
Si el agresor eyaculó dentro de la persona, “ésta debe exigirle a la médica legista que tome una muestra de exudado vaginal para extraer muestras de esperma y determinar el ADN del agresor. también debe exigir que se le apoye para usar la Anticoncepción de Emergencia”.
¿Culpa por llevar faldas?
“Constituye un grave error culpar a las mujeres como las que provocan el evento, por la manera como iban vestidas, o por andar solas en la calle. Debemos reinvidicar el derecho de las mujeres de utilizar el atuendo que quieran, y que no sean objeto de violencia o acoso alguno por la forma en que visten”.
“Me parece que este ha sido un argumento recurrente y que se sigue utilizando para desvirtuar y descalificar a una mujer que ha sido víctima de violencia”, comenta Elsa Muñiz, doctora en Antropología, Especialista en Estudios de la Mujer e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco.
Números reveladores
Las cifras hablan por sí solas: en el planeta hasta un 70% de las mujeres sufre,en algún momento de su vida violencia física o sexual ejercida por hombres, en su mayoría esposos o conocidos.
Para las que tienen entre 15 y 44 años, la violencia causa más muertes y discapacidades que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y la guerra juntos.
Cuando una mujer se convierte en víctima, el dolor es más intenso, se multiplica y su huella es imborrable. Es un “problema de proporciones pandémicas”, indica Naciones Unidas.
Estudios del Colectivo Mujer y Utopía. Observatorio de Género y Trata de Personas, revelan que 4 de cada 10 mujeres mexicanas han padecido ataques.
Las víctimas de este tipo de violencia también enfrentan problemas como el síndrome de estrés postraumático, falta de información, desconfianza, revictimización cuando denuncian. Estadísticas judiciales sobre violación —que integra el INEGI— revelan que alrededor de 99% tanto de los presuntos delincuentes como de los sentenciados son varones”.