En albergue había encierros por 30 días y sin alimento

ZAMORA, 18 de julio.— Carlos Alberto es un joven originario del municipio de Coalcomán, Michoacán, a quien su mamá internó en la casa hogar La Gran Familia para que se corrigiera porque no quería estudiar; pero haber sido recluido en el albergue administrado por Rosa del Carmen Verduzco Verduzco le hizo, a su corta edad, pasar los peores años de su vida.

Está a punto de cumplir los 18 años, nueve de los cuales los pasó internado en el albergue intervenido ahora por la Procuraduría General de la República y le da mucho coraje recordar los malos tratos que recibió hasta hace pocos días cuando se escapó.

“Ahí había una cosa típica que se hacía cuando uno se peleaba.

Ahí te peleabas a puros putazos y, si perdías, te pisaban la cabeza, y a veces del dolor de la cabeza, pues te desmayabas y te dejaban convulsionando”, apuntó, y agregó que las peleas eran recurrentes.

A Carlos Alberto lo castigaban continuamente porque no accedía a las imposiciones de los guardias afines a la llamada Mamá Rosa; lo confinaban hasta 30 días en una especie de celda de castigo llamada El Pinocho, donde no le daban de comer.

“Nos daban arroz desabrido a veces así y con las tortillas malas nomás le quitábamos los cachitos malos y así hacíamos sopas para no sentir que estaban malas las tortillas, pero en realidad sí estaban malas”, dijo Carlos Alberto a quien nadie le quita la idea de la cabeza que había un trato para quienes podían pagar cuotas mensuales y otro para los “pobres”.

Comentó que una vez, Rosa Verduzco Verduzco lo golpeó porque los “vigilantes” lo calificaron de rebelde. “Me mandó llamar a su oficina y primero me regañó y como yo quise defenderme me agarró a cachetadas”.

Dice que Rosa Verduzco y sus cómplices los obligaban a estudiar música para luego enviarlos a amenizar fiestas o eventos varios, con beneficio sólo para la fundadora de La Gran Familia. “Íbamos a tocar y le pagaban la tocada a Mamá Rosa; ella nos daba unos boletos rojos, pero para comprar cosas ahí mismo; o sea que era un negocio redondo”, apuntó.

Cuestionado respecto a la detención de Rosa Verduzco y sus presuntos cómplices en ese caso de explotación infantil, el joven que aseguró haber sufrido una puñalada durante una riña. No está en condiciones de defender a Mamá Rosa: “Si ya está detenida, que le vaya bien, al cabo que con la regla que midió la están midiendo ahorita, ya gozó lo que tenía que gozar, ahorita si le tocó sufrir, que le sufra”, finalizó.

Carlos Alberto ahora concentra sus esfuerzos en tratar de rescatar a su hermano menor, quien sigue recluido en lo que hasta la mañana del martes 15 de julio se conocía como casa hogar de Mamá Rosa.

Entre los internos del albergue el tema, ahora sí autorizado, es el de los abusos sufridos durante muchos años a manos de quienes ahora está detenidos y a disposición del Ministerio Público.

No hay quien se detenga para acusar a Mamá Rosa y a sus allegados, de haberlos tratado mal.

“Ahora sí podemos decir lo que sentimos sin temor a ser castigados y enviados a El Pinocho”, declaró otro de los que ya cumplieron 18 años y sabe que la libertad está más cerca que nunca.

Y mientras los niños y los jóvenes aguardan su destino inmediato, las autoridades continúan con investigaciones tendientes acomprobar delitos como crimen organizado, explotación infantil y violaciones sexuales.