Selena camina desde el Zócalo hasta el Monumento a la Revolución. Va orgullosa con su multicolor vestimenta rarámuri. Tiene 24 años. Ha venido a la Ciudad de México desde su municipio chihuahuense, Carichí, ahí donde inicia la Sierra Tarahumara. Es una mujer destacada en su comunidad. Es líder indígena. Mira profundamente con sus ojos oscuros mientras mordisquea una naranja y, con voz suave y español básico, cuenta las penurias que pasan allá, en aquella zona de sequías, heladas, hambrunas y marginación:
“Antes de las sequías comíamos dos veces al día. Ora no. Una vez. Estamos muy mal. No tuvimos cosecha por lo seco. No llovió. Se echó a perder el maíz, el frijol, la papa. Por eso comemos una vez. A veces en la mañana, a veces en la tarde. ¿Qué comemos? Si envolvemos el poco maíz y ponemos frijol en la masa nos rinde más. Tomamos agua. Poquita. O atole, si alcanza. Antes teníamos a las gallinas para los huevos. Se murieron porque no había granitos para darles. El nopal también se nos acabó”.
Selena camina firme y rápido, como es tradición en su etnia. A ella, madre soltera, le angustian los niños:
“Ya no tenemos mucha ropa y cobijas, y como comen poco, se enferman más. De respirar. O de la panza. Los que están más lejos, los papás que los traen al doctor, a veces no alcanzan a llegar. Y con los viejitos enfermos, peor, menos”.
Por eso, dice con semblante triste, ha habido muertos. Muertos de hambre. Muertos de enfermedades curables…
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Decenas de campesinos de Chihuahua, Durango, Zacatecas, y San Luis Potosí, transportados en ocho autobuses, llegaron este domingo al Zócalo capitalino para exigir ayuda por la sequía que ha azotado buena parte del país. También vienen rarámuris (una decena) que piden ayuda para paliar la hambruna que padecen. Encabezados por un par de decenas de jinetes marcharon hacia el Monumento a la Revolución, donde pernoctaron.
A partir de este lunes se apostarán frente a la Secretaría de Gobernación “de manera indefinida”, hasta que “los políticos”, los partidos y los gobiernos, se pongan de acuerdo y destinan suficientes recursos para resolver sus carencias, según dijeron sus dirigentes, miembros de la Confederación Nacional Campesina, la Central Campesina Cardenista, y El Barzón.
En un pequeño mitin frente al monumento, los dirigentes campesinos y de pequeños criadores de ganado recordaron que en el norte del país se generan importantes volúmenes de productos alimenticios como maíz, avena, carne, leche, queso, frijol, manzana, papa, cebolla, chiles y nuez, además de algodón, elementos que son fundamentales para la alimentación e inclusive para generar divisas, ya que algunos de éstos se suelen exportar. Y ante la crisis “del cambio climático”, dijeron que esto se echó a perder.
Por ello, solicitaron un plan de emergencia para enfrentar la crisis, que ayude a resolver la incapacidad de captar y almacenar agua. Y por eso, se quedarán en las inmediaciones de Bucareli hasta que la situación se resuelva.
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Tomás Ruiz es un indígena pagochi. Pero no sólo eso: es representante de los Consejos Supremos de la Alta y Baja Tarahumara. Hombre de voz cordial, se acomoda su sombrero norteño y con ojos tristes informa que, en su región, durante 2011 murieron ocho niños y seis adultos por hambre, por desnutrición severa.
“Con todo y acta de defunción, porque luego dicen que no es verdad. Y este año tenemos 30 niños con severa desnutrición hospitalizados en el hospitalito Santa Teresa de Creel. Están aumentando las enfermedades por el hambre. En todo el 2011 sólo hospitalizamos a diez con ese estado. Está feo. No hay agua. Hay gente que en zonas remotas de nuestros 22 municipios toma poquita agua de donde lo hacen las vacas. Imagínese la desesperación y las enfermedades…”
Pero el hombre tiene mucha dignidad. No quieren limosnas los rarámuris y demás etnias de la sierra Tarahumara.
“Llevamos 70 años con limosnas. Y despensas. Qué bueno que las manden pero lo que necesitamos es un proyecto para que nos desarrollemos: que nos ayuden con maquinaria y sistemas de riego. Tenemos 3,500 hectáreas donde podemos sembrar, son cultivables. Ahí podemos sembrar calabaza, chícharo, frijol, maíz, avena, papa, repollo, lechuga, jitomate, cebolla, zanahoria… Con eso, si nos financian bien para aguantar dos años, no sólo podemos comer bien, sino vender y desarrollarnos. Eso es lo que necesitamos. Si no, está cabrón: puras limosnas y despensas y siempre lo mismo…”
Y ahí, ahí se quedan con sus rostros curtidísimos por el sol, con su esperanza…