Francisco I. Madero apadrinó a estudiantes hace 100 años

CIUDAD DE MÉXICO, 8 de diciembre.- La mañana del 8 de diciembre de 1912, hace exactamente 100 años, el presidente Francisco I. Madero asistió al Oratorio de San José, anexo al Colegio Salesiano de Santa Julia, “barrio bravo de la capital”, cercano al pueblo de Tacuba, para apadrinar a 32 niños “pertenecientes a familias marginales o quizá huérfanos” que hicieron su Primera Comunión.

La anécdota, la rescata el sacerdote e historiador Manuel Olimón Nolasco, a partir de una fotografía donde el Apóstol de la Democracia aparece retratado en medio de sus nuevos ahijados y junto al padre Guillermo Piani, inspector del colegio.

Perspicaz y con acuciosa mirada, el profesor de la Universidad Iberoamericana en el Departamento de Historia intuye que una mancha sobre la sotana del religioso, es la huella “de atole derramado sobre el pecho”. En la imagen distingue además el listón blanco que todos llevan a la izquierda, incluido el presidente Madero, signo inequívoco de Comunión.

“No hay duda que posaron ellos, a la salida de la misa en la que la recibieron (la Comunión), con ¡su padrino!, Don Francisco Madero. A pesar del polvo que se nota abundante en el piso y que afectó el lustre de los zapatos presidenciales y los del Inspector salesiano, podemos darnos cuenta que los chicos estrenan botines: ¡regalo del padrino, desde luego!” (sic), señala Olimón.

La mayoría, agrega, de los que posaron visten uniforme del establecimiento, “aunque algunos parece que estrenaron traje ‘catrín’ (…)El último a la derecha de quien observa en la tercera fila, de marcados rasgos indígenas, usa el clásico traje ‘de marinerito’ con el cual aparecen los escolares de la época”.

En la imagen aparecen además el padre Antonio Gardini, llegado a México en 1896, y Marcelino Scagliola que “tenía sesenta y nueve años a la hora de la foto que nos ocupa”.

Los salesianos habían llegado a México en 1892, Madero sería asesinado en menos de tres meses y a muchos de aquellos niños –de entre siete y 11 años-, dice Olimón, “la tentación revolucionaria, el ‘irse a la Bola’, le habrá quizá llegado y habrá sucumbido bajo ella”.