Genética forense: tras las huellas del delito

La identificación de Heriberto Lazcano «El Lazca» a través de pruebas de adn resalta la importancia de esta disciplina

CIENCIAS FORENSES. Después de que sucede un crimen cualquiera, por mínima que sea, puede delatar al culpable, esto gracias a la sofisticación en las técnicas y métodos de investigación criminalística, en las cuales participa la ciencia .

La identificación de personas a través de pruebas de ADN, como la que va a practicar la PGR con muestras óseas del cadáver del padre del capo abatido Heriberto Lazcano, es una herramienta bioquímica de alta precisión que ayuda a despejar dudas.

Las pruebas de perfil de ADN o huella genética se aplican en una amplia gama de investigaciones en las que se requiere el reconocimiento de víctimas o presuntos responsables de crímenes como homicidio, violación, fraude o también en la determinación de relaciones de parentesco.

Un fragmento de hueso, uña o piel hallados en la escena del crimen; gotas de fluidos corporales o un fragmento de cabello pueden convertirse, con el apoyo de otras pruebas periciales, en una sólida evidencia dentro de la genética forense para condenar o poner en libertad al acusado de un delito.
Sin embargo, y aunque los modernos test de ADN poseen cada vez más marcadores biológicos, lo que aumenta su confiabilidad estadística, en México se usan en forma limitada, además de que son muy precarias las bases de datos genéticos disponibles para realizar el cotejo.
Por ejemplo, en el caso de los migrantes asesinados y sepultados colectivamente en fosas clandestinas por grupos del crimen organizado en el país, la identificación no puede realizarse si ninguno de sus familiares los reclama y aporta muestras genéticas para hacer comparaciones.
“No contamos con los perfiles genéticos de todo el mundo y tampoco tenemos muestreada a la población de la República Mexicana”, afirma la bióloga Rayo del Carmen Orea Ochoa, titular del Laboratorio de Genética del Instituto de Ciencias Forenses del Tribunal Superior de Justicia (TSJDF) del Distrito Federal.
Diferencias esenciales

Los científicos han encontrado que el genoma humano (el conjunto de genes que caracteriza a nuestra especie) es idéntico en más del 99.9%, sin importar el color de piel, la talla o complexión. Pero en esa fracción restante existen secuencias repetidas de información genética con una elevada variabilidad.

Estas porciones variables del genoma (polimorfismos) encierran las claves de las diferencias, pues es extremadamente baja la probabilidad de que dos personas no emparentadas los compartan (solo los gemelos univitelinos tienen su información genética idéntica).
A partir del trabajo pionero de Alec Jeffreys (de la Universidad de Leicester, Inglaterra) en 1995, tanto investigadores de diversas áreas (biólogos, antropólogos, arqueólogos, genetistas) como laboratorios médicos y farmacéuticos han desarrollado sistemas que contienen marcadores para comparar dichas regiones e identificar individuos a partir de muestras de ADN.
Los métodos pueden basarse en el análisis del ADN nuclear (contenido en el núcleo de las células) o bien en el que se encuentra fuera de él, en las mitocondrías (ADN mitocondrial), que se preserva mejor en restos de gran antigüedad, por lo cual es usado en estudios arqueológicos y antropológicos de población y migraciones.
“Los marcadores que se utilizan en la genética forense son tan poderosos que permiten determinar el perfil genético de una persona con una frecuencia de uno entre trillones o cuatrillones”, explica Orea Ochoa. La población mundial es de unos 7 mil millones de individuos, de modo que la posibilidad de que dos de ellos compartan la información de esas zonas variables (sin ser gemelos) es extremadamente baja.
“Cuando se trata de identificar restos muy antiguos, es necesario tener el contexto en el que se encontraron y medir su antigüedad, con pruebas como la del carbono 14, para ver si la temporalidad coincide”, señala por su parte la genetista María de Lourdes Muñoz, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados.
Los grandes desafíos

Rayo del Carmen Orea reconoce que en los últimos años se han dado grandes avances en este campo: las herramientas para el análisis de ADN se han refinado al grado de que pueden detectar millonésimas de gramo en una muestra, mientras los kits de pruebas incorporan decenas de marcadores biológicos.

“Esto nos da una mayor certeza estadística”, afirma. Sin embargo, argumenta, en México tenemos un rezago en comparación con países como Inglaterra (donde se estableció la primera base de datos de ADN en 1995, con los trabajos de Jeffreys).
Allá se toman muestras a los sujetos incluso cuando cometen solo faltas administrativas, mientras en el país apenas se comenzó en 2010 con el registro biométrico (que incluye muestras de ADN) de más de 230 mil reos en los centros penitenciaros.
Además, apunta la bióloga, es necesario automatizar los procesos desde que se registran las muestras de ADN hasta que se obtienen los análisis finales. “Tenemos equipos de extracción semiautomatizados. Y existen algunos equipos robóticos en el país, pero nos falta afinar más, meter los sistemas de administración de información de laboratorio (LIMS), que conectan todo el proceso”.