La reforma migratoria, una promesa con buenos augurios

Washington • La reforma migratoria, una de las grandes promesas pendientes del recién investido presidente estadunidense Barack Obama, será uno de los primeros temas a debate en el nuevo Congreso, con mejores augurios… si el pulso sobre el techo de la deuda pública lo permite.

El Senado podría en breve tomar las riendas del debate, según fuentes legislativas demócratas, que tienen mayoría en la Cámara, una vez la Casa Blanca plantee una propuesta legislativa en firme.

“Si piensas en el Congreso como un cirujano, uno no se siente muy alentado por las últimas operaciones que llevó a cabo”, compara Tamary Jacoby, presidenta del grupo favorable a la reforma Immigrationworks.

La última legislatura del Congreso fue una de las menos productivas que se recuerda a causa del constante enfrentamiento entre demócratas y republicanos.

La última acción legislativa se prolongó como un vía crucis a lo largo de diciembre, hasta el mismo primero de enero, para evitar un aumento de impuestos generalizado en todo el país.

“Pero con todo y ese escepticismo, es difícil no sentirse entusiasmado: el presidente parece dispuesto a liderar, los republicanos están asumiendo el riesgo”, añade sin embargo Jacoby.

La reforma para actualizar el vetusto sistema de inmigración estadunidense, para hallar una solución a más de 11 millones de indocumentados y para reforzar la seguridad en la frontera es el único tema que ha generado cierta unanimidad política desde las elecciones de noviembre pasado.

Los hispanos, que votaron masivamente por Obama, mostraron al mismo tiempo a los republicanos su poderío político, y desde entonces los líderes de ese partido, y conocidos comentaristas conservadores, se han precipitado a dar su apoyo a la idea.

Los contactos entre personal de la Casa Blanca y legisladores se han intensificado, y en la actualidad hay un grupo de ocho senadores bipartidistas que está ya examinando una propuesta de ley concreta, según fuentes coincidentes.

Del lado demócrata, son los senadores Richard Durbin, Chuck Schumer, Robert Menendez y Michael Bennet. Del lado republicano, Mike Lee, Jeff Flake, Lindsey Graham y John McCain.

Entre los republicanos destaca también el cubanoestadunidense Marco Rubio, que se ha unido al grupo luego y que ya ha hecho circular una propuesta que generará por igual polémica e interés: propone dividir la compleja reforma en varios paquetes.

Uno estaría centrado en ampliar el sistema de visas para trabajadores. Sin abandonar la reunificación familiar, Rubio plantea, sin embargo, que Estados Unidos se centre en aceptar a los inmigrantes por motivos laborales, incluidos los jóvenes ya dentro del país que estudian sin papeles.

En cuanto a los indocumentados ya presentes en el país, Rubio no descarta la ciudadanía, pero en un plazo lejano, previo paso durante años por un estatuto temporal.

La Casa Blanca y los demócratas creen que la reforma debe ser integral y simultánea, a pesar de su enorme complejidad.

Y el paso a la ciudadanía promete también ser objeto de duro forcejeo: los demócratas creen que una vez que el indocumentado salde una multa, aprenda inglés, no tenga antecedentes y pague impuestos, debe ganar la ciudadanía rápidamente.

Una reforma en la que todo el mundo deba ceder algo y en la que todos los interesados, desde los indocumentados hasta los empresarios y los habitantes en la frontera, se sientan ganadores, es la forma ideal de encarar el problema, aseguran esas fuentes legislativas en el Senado, bajo anonimato.

La Cámara de senadores, compuesta por cien legisladores, es un lugar relativamente más fácil para aprobar algo. “Tienes un listón mucho más bajo, sólo necesitas entre ocho y 12 republicanos (para unirse a la mayoría demócrata”, explicó el experto William Moore, del grupo lobista Vianovo, en una reciente conferencia telefónica con periodistas.

“El senador (Patrick) Leahy (que preside el Comité de Asuntos Judiciales) ha prometido audiencias, creo que empezamos a ver impulso”, comentó Jana Hamilton, de Capitol Legislative Strategies.

El principal escollo, sin embargo, está en la Cámara de Representantes, y por partida doble.

Por un lado, la discusión sobre la deuda pública estadunidense. El gobierno se quedará sin dinero a mediados de febrero y para seguir tomando prestado la Casa Blanca necesita la aprobación del Congreso, empezando por esa Cámara.

Y luego la composición de la Cámara. Más de la mitad está conformada por nuevos legisladores, la gran mayoría republicanos y escépticos ante lo que consideran una amnistía.

En ese contexto, los líderes del Senado parecieron dejar de lado sus conflictos partidistas ayer al iniciar la primera sesión del segundo mandato del presidente Obama, con un llamado a buscar consensos.

Harry Reid, líder de la mayoría demócrata del Senado, y Mitch McConnell, líder de la minoría republicana, instaron a sus colegas a inspirarse en el discurso de investidura de Obama el lunes, mientras se preparan para las complejas votaciones que se avecinan.

“El último Congreso se caracterizó con demasiada frecuencia por agudas divisiones políticas, que obstaculizaron los esfuerzos para fomentar el éxito para todos los estadunidenses”, aceptó Reid.

“Estoy esperanzado y cautelosamente optimista en que el 113° Congreso se caracterice no por nuestras divisiones, sino por nuestro promesa renovada para la cooperación y el compromiso”, dijo.

“Las investiduras presidenciales siempre fueron un tiempo para que el país se uniera”, afirmó por su parte McConnell, quien de todos modos criticó a los demócratas por enfocarse más en “consideraciones políticas” que en poner a país en orden en materia fiscal.