No importa quién gane, el impacto será profundo

Este es el momento en el que las dos campañas contemplan su destino. ¿Qué pasa si pierde Mitt Romney, como dicen casi todos los análisis de encuestas azules? será una amarga derrota personal para un hombre que planeó su campaña desde el momento en el que finalizó su último fracaso. Siete días después de salir de la contienda republicana, en las primarias de 2008, Romney reunió a sus aliados alrededor de una mesa de juntas y entregó un memo de una hoja que había escrito sobre sí mismo, describiendo sus debilidades y fortalezas y planeando el camino hacia 2012.

Pero las consecuencias de la derrota de Romney serían mucho más amplias que los prospectos laborales de un hombre supremamente rico. El Partido Republicano tendrá que verse a la cara detenidamente. Una derrota el martes significaría que el partido ganó el voto popular solo una vez desde 1988, cuando George W. Bush superó a John Kerry en 2004. En las otras cinco elecciones los demócratas les habrían ganado. Es un mal desempeño que hace surgir un profundo problema estructural.

Su base se achica ante sus ojos. La vieja “estrategia sureña” iniciada con tanto éxito por Richard Nixon, en la que los republicanos reclutaron el voto blanco, a menudo utilizando las ansiedades raciales, funcionó muy bien por décadas. Pero ahora este grupo suma una porción muy pequeña del electorado: Romney está posicionado para ganar alrededor del 60 por ciento del mismo, pero no es suficiente.

El problema es que los republicanos no han compensado la disminución en las cifras blancas ganando terreno en otros sectores. Steve Schmidt, director de campaña de John McCain en 2008, lo resumió bien cuando me dijo: “Hemos sido horribles” con los hispano-estadunidenses, añadiendo que el partido debía comenzar a hablarle con respeto a esa creciente población. Se espera que Obama gane 75 por ciento del voto hispano.

El problema existencial de los republicanos es que se han retirado a un pozo ideológico cada vez más profundo, moldeado por una derecha cristiana estrecha, poco representativa a escala nacional, hasta que llegaron al punto en el que cualquiera aceptable para ellos es inaceptable para el inmenso resto del país.

Si Romney pierde el martes, los republicanos deberán aceptar que desperdiciaron unas elecciones que, por derecho, les pertenecían. Se enfrentaron a un titular con un bajo porcentaje de aprobación de alrededor del 8 por ciento —ningún presidente de EU desde Franklin Roosevel fue reelecto con una cifra tan alta de desempleo-.

¿Y si las encuestas en los estados fluctuantes críticos no se mantienen y Obama pierde? La dura verdad es que ni la política ni la historia ven con buenos ojos a los presidentes de un solo periodo, son considerados como fracasos instantáneamente. Algunos demócratas quedarían avergonzados por un Obama derrotado, calificándolo de no-persona. Muchos dirán que el partido cometió un gran error cuando no nominó a Hillary en 2008, un enfoque alimentado por la encuesta YouGov de esta semana, que reveló que Clinton habría vencido a Romney por seis cómodos puntos.

De acuerdo al comentarista ultra-conservador Charles Krauthammer, los cuatro últimos años serán considerados una aberración, “un paréntesis histórico, un interludio pasajero de hiperliberalismo, rechazado por un país de centroderecha que es 80 por ciento no-liberal”. Todo lo que hizo Obama será condenado como un error, incluyendo a muchos demócratas que sucumbirán a la crítica de la derecha y culparán a Obama de haberse inclinado demasiado a la izquierda. Sólo la muerte de Osama Bin Laden será un punto a su favor.

El mundo fuera de EU apoya a Obama, las encuestas lo demuestran, pero sin el fervor de hace cuatro años. Algunos de la izquierda ven poca diferencia entre ambos candidatos en asuntos como aviones no tripulados, libertades civiles o Medio Oriente.

Gran error, algunos escuchamos lo mismo en 2000: no hay diferencia entre Gore y Bush, ¿qué importa cuál gane? Y todos sabemos lo que pasó.