Pandillas, la amenaza latente en Estados Unidos

CIUDAD DE MÉXICO, 16 de junio.- A 98 años de que la policía de Nueva York lanzó en 1915 la primera guerra contra las pandillas de la historia de Estados Unidos, el senador republicano por Illinois, Mark Kirk, amenazó con “aplastar” a los 18 mil miembros de la pandilla Gangster Disciples del sur de Chicago con presencia en todo el territorio estadunidense.

“Me gustaría aplastarlos porque balearon a Hadiya”, dijo Kirk al canal Fox32 de Chicago a principios de mayo.

El legislador se refería a Hadiya Pendleton, la estudiante de 15 años que acudió como integrante de la banda musical de la preparatoria Martin Luther King de Chicago a la segunda toma de posesión del presidente Barack Obama para morir poco después, víctima del fuego cruzado de un enfrentamiento entre pandilleros. La tragedia sacudió a su país.

“Me gustaría hacer un arresto masivo de ellos y ponerlos a todos en las instalaciones de la Correccional Thomson”, dijo Kirk refiriéndose a la prisión del noroeste de Illinois con mil 600 celdas para presos de alta seguridad a donde el presidente Obama ordenó en 2009 que se transfiriera a todos los prisioneros de Guantánamo, Cuba.

Pero el asunto generó controversia y la cárcel de alta seguridad, ubicada a unos cuantos pasos del río Mississippi, tuvo que ser cerrada en abril de 2010 y sólo a fines de 2012 la administración pudo anunciar la reapertura de la prisión originalmente concebida para dar empleo a tres mil personas en el pueblo rural de Thomson, “la capital mundial del melón” con una población de 600 habitantes.

De materializarse las detenciones masivas de los Gangster Disciples que distribuyen cocaína, heroína y mariguana en 33 estados donde habita 75 por ciento de los estadunidenses, la organización ingresaría al grupo de pandillas de prisión que según David Skarbek, historiador de la Universidad Duke en Carolina del Norte, que se ha dedicado al estudio de la “industria criminal”, son las que administran los negocios ilegales de las calle.

En esas condiciones el deseo del senador Kirk de “aplastar” a los Gangster Disciples no sería necesariamente posible porque el confinamiento sólo cambiaría su forma de operar. Esta organización cuenta entre sus aliados a los Juggalos en el estado de Ilinois, que según un estudio del extinto National Gang Intelligence Center (NGIC) cuentan con más de un millón de seguidores y tienen presencia en Arizona, California, Pennsylvania y Utah.

“Una encuesta nacional entre administradores (de prisiones) reveló que el narcotráfico es la segunda actividad ilegal más frecuente en la que participan las pandillas de prisión que además son responsables de la mayor parte del narcotráfico (Camp and Camp 1985,52)”, escribió Skarbek en otro ensayo Prison Gangs, Norms, and Organization de fines de 2011. Su actividad principal es la depredación.

Según el FBI las pandillas de prisión más importantes son la Mexican Mafia o eMe; la Aryan Brotherhood, Barrio Azteca, Black Guerrilla Family, Pistoleros Latinos, Mexikanemi también conocida como la Texas Mexican Mafia o “Emi”, y la Ñeta de Puerto Rico.

“La Mexican Mafia es capaz de ejercer control e influencia sobre los pandilleros afuera del penal porque éstos no quieren que sus compañeros al interior del penal sean atacados y porque saben que si caen presos van a necesitar la protección de la Mexican Mafia mientras cumplen sus sentencias (United States vs. Aguirre et al. 1994, 4-5)”, dice uno de los expedientes que Skarbek consultó para entender cómo funcionan (Governance and Prison Gangs en 2011).

Y comenta que las pandillas de prisión juegan un papel decisivo, aunque poco estudiado, en la operación interna de la industria criminal porque tienen el músculo necesario para hacer valer contratos extrajudiciales propios del crimen organizado, para facilitar la distribución de los narcóticos en la calle y en prisión, resolver disputas y coordinar robos o asesinatos, como lo hacía la temprana mafia siciliana.

“Ésta es mi prisión. ¿Entiendes eso? (…) Antes de que un hijo de p—apuñale a alguien, tiene que avisarme a mí…Cualquier cosa que se haga aquí tiene que pasar por mí”, dijo Tavon White, cabecilla de la Black Guerrilla Family en el Centro de Detención de la Ciudad de Baltimore, Maryland, en una conversación telefónica grabada por la policía.

Según un expediente de la Corte de Distrito de Maryland, White disfrutaba de toda clase de lujos que le eran entregados por las propias empleadas del centro de detención del puerto de Baltimore, con las que procreó cuatro hijos y que incluso lucen algún un tatuaje con su nombre.

Problema de más de dos siglos

Sobre los esfuerzos por acabar con las pandillas, algunos historiadores señalan que 230 años después que se documentó la existencia de una pandilla en 1783, cuando terminó la Guerra de Independencia contra el Imperio Británico, el pandillerismo ha ido en aumento en EU.

James C. Howell, el autor de Gangs In America’s Communities (SAGE, 2012), menciona que en realidad los primeros pandilleros de los que se tiene noticia fueron los que llegaron con los inmigrantes holandeses que fundaron la “Nueva Ámsterdam”, hoy Nueva York, y los que expulsaron, alrededor de 1609, a sus habitantes originales: los algoquinos y los iroqueses.

A partir de entonces, con cada nueva migración interna o del exterior, han surgido pandillas que buscan defender su territorio y su honor o sólo para enfrentar los problemas derivados de la segregación, el hacinamiento y la pobreza que encontraron inicialmente en el nuevo continente.

En la actualidad Estados Unidos es hogar de un millón 400 mil pandilleros distribuidos en 33 mil bandas criminales que operan a lo largo y ancho de los 50 estados del vecino país del norte, dice el informe nacional sobre la amenaza que representan las pandillas, el National Gang Threat Assessment, que el FBI difundió en 2011.

A la pandilla que se fundó en 1826 en la trastienda de la verdulería de Rosanna Peers en Nueva York, le sigue una lista interminable de pandillas formadas por inmigrantes de todo el mundo como los 40 Thieves (Los cuarenta ladrones), los Roach Guards, los Five Points, los Chichesters, Dead Rabbits, Bowery Boys al igual que una larga lista de peligrosos bandidos, pandilleros y mafiosos convertidos en héroes por la industria del celuloide.

Con películas que recuerdan a la pandilla del ladrón de bancos John Herbert Dillinger (1903-1934) y su asociado John “Red” Hamilton y llevan simplemente el título de “Dillinger”, o a Bonnie and Clyde los también ladrones de bancos de los años de la Gran Depresión o al infaltable traficante de alcohol de los años de la Prohibición, Alphonse Gabriel Al Capone, interpretado por los divos de Hollywood como Ben Gazzara, Robert de Niro o Al Pacino.

Al Capone quien según sus biógrafos inició desde niño su carrera en la delincuencia con las pandillas de los Junior 40 Thieves, los Bowery Boys, los Brooklyn Rippers o los Five Points de Manhattan. Y según Howell, ya en la década de los 20 la pandilla de Capone se volvió adicta al patrocinio de las redes sociales operadas por políticos locales.

“(El historiador) A. J. Diamond afirmó en 2005 que rellenaban urnas electorales e intimidaban a potenciales votantes para asegurarse de que sus patrocinadores políticos fueran reelegidos”, relata Howell en su nuevo libro Gangs in America’s Communities de la editorial SAGE Publications.

Esta obra muestra que todas y cada una de las olas migratorias que llegaron a poblar Estados Unidos crearon pandillas como medio de defensa y reafirmación de su identidad, comenzando por la región noreste con Nueva York, luego con el medio oeste con Chicago, el oeste con Los Ángeles y finalmente por el sur a donde llegaron los latinoamericanos, pero sobre todo, los mexicanos.

“La inmigración mexicana ha conformado el grupo más numeroso de la historia contemporánea de Estados Unidos, pero también de toda la historia de esa nación”, escribió Howell citando el libro Generaciones Excluidas, de Eric Edward Telles y Vilma Ortiz.

Y sobre las pandillas de esta última gran ola migratoria, el FBI las clasificó como las más peligrosas de todas por sus nexos con las organizaciones criminales, seguidas en orden descendente por las asiáticas, las colombianas, las rusas, las dominicanas, las del este de África, la Cosa Nostra, las jamaiquinas, haitianas y por los terroristas locales y externos, en su informe National Gang Threat Assessment, 2011.

Esperanza en centroamérica

Honduras, Guatemala y El Salvador constituyen la región más peligrosa del mundo y alcanzan los índices más altos de homicidios entre los países que no se encuentran en guerra, y es precisamente en ellos donde las pandillas Mara Salvatrucha 13 (MS-13) y el Barrio 18 (M-18) han penetrado tan enérgicamente que dejan una estela de violencia que estos pueblos no consiguen contener.

A más de tres décadas de su aparición como grupos delictivos el pasado 28 de mayo desde la prisión de San Pedro Sula, en Honduras, líderes de la MS-13 y M-18 pidieron perdón a la sociedad por los daños que sus pugnas por territorios y actos criminales han causado, al mismo tiempo que se comprometieron a firmar un cese a la violencia a cambio de que el gobierno hondureño apoye a sus integrantes con programas de rehabilitación y la obtención de empleo.

“En este momento no podemos decir que existe una tregua entre las pandillas de Honduras, es más correcto hablar de un proceso de paz, debido a que los maras decidieron entrar en un pacto de no agresión con la sociedad, el próximo paso sería un pacto entre ellos”, explicó Adam Blackwell, secretario Multidimensional de la Organización de Estados Americanos.

De acuerdo con un análisis de InSight Crime, portal especializado en información de seguridad, estas bandas representan la mayor amenaza para países centroamericanos: “donde gobiernos más débiles y las grandes pandillas (en relación con la población) han convertido al fenómeno mara en una amenaza importante para el bienestar nacional”.

Para Roberto López Salazar, jefe del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas, de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador, es una tarea difícil que la sociedad se adapte a la nueva actitud de los maras:
“las heridas sociales que las pandillas han abierto en todos estos años no van a ser fáciles de cerrar y seguramente hay personas que no están dispuestas a tratar sus heridas, sino que buscan la manera de cobrar a los pandilleros por tanto daño que les causaron”.

Por otra parte, Blackwell, quien acompañó en el anunció a los mareros junto con el obispo de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani, consideró que el gobierno Hondureño y la sociedad deben actuar con humildad para progresar en este proceso de paz.

“Están solicitando que la sociedad les brinde otra oportunidad y que el gobierno mejore las condiciones de los centros penales en los que cumplen sentencia miles de sus integrantes. La situación a la que están sometidos muchos de ellos en las prisiones de Honduras son inhumanas. Por supuesto aceptan que no hay impunidad que ellos deben cumplir con su sentencia, pero piden ser tratados con dignidad”, dijo Blackwell en entrevista telefónica con Excélsior.

Este mensaje fue recibido por miembros del gobierno y organizaciones internacionales con cautela, pero con la esperanza de que se imite la tregua iniciada en marzo de 2012 en El Salvador, que hasta ahora, arroja ligeros pero visibles resultados positivos, por ejemplo, un descenso de 59 por ciento de los homicidios en ese país, aunque no existe registro de una disminución significativa de extorsiones, secuestros y el tráfico de armas y drogas.

Para Orlando Pérez, profesor de ciencia política y director del Programa Cultural y Estudios Globales de la Universidad de Michigan, el contexto político difiere mucho entre estos países por lo que posiblemente no haya los mismos resultados.

“Primero, las instituciones hondureñas, particularmente la Policía Nacional, son más débiles y más corruptas que sus contrapartes en El Salvador, (…). Segundo, la estructura de las pandillas es más difusa que en El Salvador, haciendo más difícil que los líderes hagan cumplir la tregua”, afirmó Pérez al boletín del Think Tank, Inter-American Dialog.

Respecto de esto, López Salazar comentó a este rotativo que el gobierno salvadoreño “ha tenido un papel muy tímido y ambiguo” desde el anunció de las treguas entre las pandillas, debido a que durante los primeros meses se mantuvo al margen y conforme los resultados fueron saltando a la vista el gobierno se involucró directamente a través del Ministerio de Seguridad.

Hasta el momento el gobierno hondureño no se ha pronunciado al respecto.

Los rechazados

La estela de violencia que han dejado a su paso estas dos pandillas es resultado de las rivalidades entre sus miembros por el control de territorios, aunque durante los últimos años han diversificado sus actividades criminales como la extorsión, secuestro, tráfico de drogas y lavado de dinero.

De poco han servido las acciones de contención y erradicación o la implementación de diversos programas de reinserción a la sociedad de los pandilleros o encarcelación debido a que también suelen operar desde los centros de detención y reintegración.

Una tregua entre maras y dieciocheros, como popularmente se les conoce, no se vislumbra fácil, debido a que se trata de bandas que surgieron desde la década de 1980 en barrios pobres de California con jóvenes migrantes salvadoreños que pretendían defenderse de grupos pandilleros mexicanos.

De acuerdo con algunos analistas fue la política migratoria estadunidense que provocó la extensión e incrustación de estas bandas en las naciones centroamericanas, cuando en la década de 1990 sus integrantes fueron deportados en masa a sus naciones de origen, que en muchos casos no conocían, como resultado del aumento en número de cargos por los que podían ser deportados los extranjeros y que iban dirigidas especialmente a estas pandillas.

Desde entonces la invasión de estas células en las zonas olvidadas de Guatemala, El Salvador, Honduras, México, España, Canadá y Estados Unidos, ha sido incontenible, y actualmente se calcula que 70 mil hombres y mujeres pertenecen a las filas de la MS-13 y la M-18 tan sólo en Centroamérica.

Cabe destacar que en Honduras la tasa de asesinatos asciende a 92 por cada cien mil habitantes, lo que significa 10 veces por arriba del promedio mundial y 25 por ciento por encima del rango registrado en México.

Generalmente, resulta fácil identificar a los integrantes de la Mara Salvatrucha 13 y el Barrio 18, su forma de vestir, su lenguaje de señas, pero sobre todo los tatuajes en tinta negra que trazan imágenes variadas en sus rostros y cuerpos, delata a los
agentes leales a estas pandillas que se han extendido como un virus por las regiones más desprotegidas de Centroamérica y México.

Si el panorama resulta positivo para las autoridades hondureñas y la tregua entre pandillas reduce la violencia que aqueja a ese país, quedaría Guatemala por tomar un paso similar al de estos países.

De acuerdo con Blackwell, la Organización de Estados Americanos está llevando a cabo conversaciones con las pandillas guatemaltecas y el gobierno de este país, aunque hasta el momento no hay existe la disposición por parte de ambos.

Mientras tanto Blackwell confía en que muy pronto se lleve a cabo una tregua entre las pandillas hondureñas y ocurra con excelentes resultados.

“Se necesita trabajar con humildad, humanidad e institucionalidad, hay que mejorar los programas de prevención, los centros penitenciarios, asegurar que haya un castigo pero un castigo humano, reinserción para los ex integrantes que han decidido dejar de lado la violencia, y por supuesto no podemos olvidar a las víctimas, a las que tenemos que atender con reparación de daños”, agregó.