Recuperan sus vidas después de vivir entre la violencia

En Guadalajara el pandillerismo es un problema añejo que encuentra un terreno fértil en las zonas marginales de la ciudad, donde la pobreza y las pocas posibilidades de desarrollo personal afecta a gran parte de la población.

El pasado martes 27 de diciembre MILENIO JALISCO publicó que al menos 19 pandillas habían sido identificadas por las autoridades como los grupos que se disputan el control de la colonia Santa Cecilia, al oriente de la capital tapatía.

Y si bien la Secretaría de Seguridad Ciudadana cuenta con un programa de integración para los miembros de estos grupos delincuenciales, la reinserción social no podría ser completada sin la ayuda de los mismos ex pandilleros.

Con más de 20 años de historia, Barrios Unidos en Cristo ha sido fundamental para rehabilitar a ex pandilleros, pues se ha dedicado a rescatar a las personas que tienen algún problema de adicción.

Luis Enrique Hernández, encargado del centro de rehabilitación y ex integrante de Los Halcones, una de las pandillas asentadas en Santa Cecilia, asegura que los conflictos entre las bandas son viejos y en la mayoría de las ocasiones ni siquiera los mismos jóvenes saben por qué pelean.

“Nosotros les hemos preguntado a los vatos, ‘Oye ¿por qué te peleas con fulanito de tal o cual barrio, qué te hizo?’ les preguntamos por qué se odian y nos dicen que simplemente porque son de otros barrios”, comentó Hernández.

El encargado de la clínica de rehabilitación explica que con el paso de los años, los sentimientos van cambiando y los que antes eran sus peores enemigos se convierten en sus mejores amigos y desde su propia experiencia destaca que “yo me topo con compas que antes los miraba y sabía que eran de otros barrios y les tiraba piedras, ahora los veo por las calles y somos bien compas, los saludo y hasta nos damos la mano, porque en realidad nunca hubo una bronca”.

Los miembros actuales de las pandillas son hijos de ex integrantes de las mismas, quienes aprueban que se participe en este tipo de grupos, “yo veo a dos o tres compras míos que no hacen nada por evitar que sus hijos se metan en las pandillas, y les digo ‘bueno, si tú ya viviste lo que es estar en esto, por qué no ponerle un alto a tu hijo’”.

La conformación de estos grupos comienza desde la primaria, pues los niños primero se reúnen como una forma de juego, después con la finalidad de autoprotegerse de agresiones de otras pandillas, posteriormente escalan de nivel y comienzan su vida delictiva, para finalmente darle un nombre que los identifique de las demás, “luego le dan un nombre, crean sus códigos, sin signos, sus chiflidos, sus maneras de saludarse, su manera de actuar, buscan su manera de ser diferentes a los demás”.

Los que significan los tatuajes

Un rasgo característico de estos grupos son los tatuajes, los cuales representan elementos importantes para ellos, por ejemplo la Virgen de Guadalupe, quien según los mismos pandilleros significa México, pues esta imagen es la “reina del país”. Algunos “cholos” traen dibujadas dos máscaras teatrales, una feliz y otra triste, esto significa que quien ríe ahora, llora después. Además la lágrima en el ojo es un homenaje a un amigo que murió en una pelea.