Refresco entre horas, hábito insano

Hay suficientes evidencias sobre el vínculo entre la ingesta de bebidas azucaradas y el exceso de peso… las suficientes como para descartarlas de nuestros hábitos.

Nuestras comidas siempre van acompañadas por un vaso de agua de sabor, jugos o refrescos. Es la respuesta a una costumbre. La adquirimos de nuestros padres y la transmitiremos a nuestros hijos. Y nos tiene que quedar claro que se trata de un hábito insano que va a terminar con nuestra salud.

La Asociación Americana de Dietistas (ADA), junto con otras instituciones sanitarias americanas entre ellas el Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard, advierten en sendos informes el riesgo que su consumo habitual adquiere en el sobrepeso. Cabe recalcar que se trata de una bebida con alto contenido en azúcar, colorantes y sales minerales. Pero bueno, independientemente de todos los estudios científicos que haya al respecto, resulta lógico pensar que el exceso de productos grasos, dulces y salados son muy energéticos, y unido a la falta de frutas y verduras, juega a favor de la obesidad.

Se estima que la ingesta actual de azúcares añadidos a la dieta supone 15.8% del total de la energía diaria. Se conoce que la mayor fuente dietética de estos azúcares son los refrescos y bebidas a base de jugo de fruta. Este hábito ha supuesto, en los últimos 25 años, un aumento de 83 kcal por persona al día… lo que a la larga redunda en un aumento de peso.

Una lata de refresco de 330 ml proporciona 150 kcal. Esto equivale a 35 gramos de azúcar (3-4 sobres). Que si es añadida a la dieta, sin reducir la ingesta de azúcar de otros alimentos, podrían conducir a un aumento de peso de entre cinco y siete kg al año.

En la revisión temática llevada a cabo por el Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard, se hace eco del estudio de DiMeglio y Mattes, del Departamento de Alimentos y Nutrición de la Universidad Purdue (EU), en el que documentaron los efectos de la dieta y en el peso corporal en cuanto a la ingesta de alimentos sólidos y líquidos con la misma carga de carbohidratos. La investigación mostró que el consumo de bebidas azucaradas se asoció al aumento de peso, aspecto no observado tras la ingesta de la misma carga de calorías y azúcares en forma de alimento sólido. Esto quiere decir que el refresco entre horas no se compensa comiendo menos energía en la siguiente comida.

Por otra parte, las bebidas azucaradas se clasifican como alimentos líquidos de alto índice glucémico (IG), lo que provoca un aumento rápido de los niveles de glucosa en la sangre postprandial (después de ingerirlas) y una disminución de la sensibilidad a la insulina, que a la larga puede ser determinante en un mayor riesgo de la diabetes.

En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Florida (EU) y publicado en la revista European Journal of Nutrition, se observa que el consumo de bebidas endulzadas con fructosa se asocia a la obesidad más que el consumo de cualquier bebida endulzada con sacarosa (azúcar común). Al parecer, la fructosa afecta a la regulación de los mecanismos por los que las células usan y almacenan el azúcar y los otros nutrientes para crear energía, aumentando el riesgo de desarrollo de obesidad, síndrome metabólico y diabetes tipo 2.

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