Las mascaras del poder.

Carmen Alicia Castelo Rubio

Escuchando la forma en que se están tratando los asuntos comunitarios relativos a la deuda existente en el municipio llama la atención las diferentes mascaras que se utilizan para disfrazar el poder dinosaurico que se mantiene vivito, coleando y totalmente vigente en este cosmopolita puerto de 5 estrellas.

Tenemos al frente de la comuna a una generacion joven, chavos educados en las mejores instituciones educativas del país, cuyos padres hicieron carrera en la política y en el servicio público, esto es, los políticos juniors vivieron y viven en un ambiente que les es familiar: la filosofía priista…
Quizás sea por eso que el manejo de los asuntos comunitarios muestra que la marca de la casa es un dinosaurismo absolutamente clásico al grado que hace pensar que detrás de estos chavos juniors de la política estan sus creadores genéticos jugando a través de ellos su eterno nintendo político a nivel local y regional.
Una especie de monarquía draculiana disfrazada de democracia joven, moderna y pujante.
A este nivel llama también la atención el reduccionismo existente en el discurso de estos chavos políticos-juniors cuando analizan la problemática comunitaria, cuyo “modus operandis” consiste en rechazar la verdad objetiva, la que surge del análisis frió de la realidad al margen de las conveniencias partidistas y personales, sustituyéndola a favor de la certeza subjetiva, aquella que elige el alcalde como la mas conveniente convertida en una solución para siempre.
Al reducir y trivializar de esta forma el territorio del saber objetivo, analítico, al plano limitado de la realidad de lo que el ve y experimenta crea una perspectiva o visión de la realidad que rechaza el bien objetivo, el que sirve sin distingos a la comunidad para dar origen a la conveniencia personal, subjetiva.
Mediante este malabarismo ideológico se reduce también el ámbito y el alcance de la acción gubernamental encajonándola en lo que es inmediatamente sensible, emocional apta para mentalidades telenoveleras o para lo que es directamente útil, sin trascendencia socio-histórica.
Estas posturas reduccionistas implican la imposibilidad de que los ciudadanos accedan no solamente al ámbito objetivo de la realidad comunitaria sino también a la dimensión trascendente -al fomentar el principio de desintegración y desorden político y comunitario- al colocar la problemática comunitaria en un plano inferior al de sus posibilidades reales de planificación tanto a nivel de la razón como de la voluntad ciudadana.
Se degenera así la razón y la voluntad de los gobernados al distorsionar la verdad para evitar el bien común, desintegrando y desordenando también el nivel de la dignidad ciudadana obstruyéndose también las posibilidades creativas de las acciones ciudadanas por la falta de honestidad de los gobernantes y de los ciudadanos cercanos al circulo del poder que aprovechan estas tesituras para obtener ventajas comparativas desleales a costa del bienestar comunitario.
De esta forma, se crea una cultura ciudadana que conduce al pueblo a rechazar la verdad objetiva acostumbrándolo a optar a favor de la certeza subjetiva que abanderan los políticos-juniors y que se concretiza mediante dos movimientos:
uno, el considerar que la verdad depende de la razón del sujeto que juega el papel de macho alfa y/o gobernante y, por lo tanto, todo lo que provenga de su ronco pecho es verdad, al margen de cualquier participación ciudadana y por encima de cualquier análisis serio y objetivo.
Dos, que la verdad solo es posible en relación al hecho, asunto o suceso inmediato desconectado de todo su contexto que tenga en las manos en función de su experiencia o relación personalísima con el mismo, por lo tanto, no todo lo que digan los ciudadanos es verdad.
Aquí queda excluido del territorio de la verdad lo que no pertenezca a la dimensión física, la que se toca y se ve, ¡fuera reflexiones y pensamientos molestos! Que no son captados por los cinco sentidos.
El que la verdad dependa del individuo, del gobernante, de lo que el capte con sus cinco sentidos implica que la misma es relativa y su manifestación se agota en el campo de su muy particular experiencia lo que no deja de ser contradictorio sobre todo viniendo de aquellas personas que juraron y protestaron servir al interés común, ya que siguiendo esa ruta del hacer se tiene que el bien comunitario depende en ultimo caso de la voluntad del gobernante, por lo tanto lo querido por el es, por el hecho de ser querido precisamente por el es bueno.
Ergo, el bien común solamente es posible en relación a lo inmediatamente útil, por lo tanto no todo es bueno si no viene precisamente de las elucubraciones cupulares amen de que éste tiene que tener una utilidad inmediata para ellos mismos.
Así pues, mientras el poder gubernamental sea adicto en estos modos de hacer tan limitados y los ciudadanos lo sigan permitiendo, las arcas de los recursos públicos en todo el país se continuaran saqueando y el bien de la comuna seguirá siendo solo materia de discursos etéreos.
Solo cuando los ciudadanos dejen de jugar el cómodo papel de víctimas y beneficiarios privilegiados y actúen como sujetos responsables y creadores de la realidad comunitaria, los gobernantes dinosauricos y sus cachorros desaparecerán para siempre llevandose con ellos el manejo parasitario del poder publico.

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