Más Nada

Instrucciones para quedarse quieto

Las decisiones son casi siempre una locura. No es que decidir sea una conclusión marginal, si no acaso y solo acaso, la opción para salvaguardar el pellejo. Quienes celebran su ego en el oportunismo en posiciones más o menos privilegiadas ayudan edificar las ventajas de los tráficos de influencia.
Por ello, las sociedades modernas se han vuelto funcionalmente sórdidas, observan el desenvolvimiento circunstancial de su impostura desde un aparador que no implica su compromiso hacia su colectivo.
De ahí que la enajenación de sus integrantes prospere en mecanismos socioeconómicos que atienden de forma casi natural y exclusiva a quienes se privilegian en las comunidades corruptas. Hemos visto, por ejemplo, como en Puerto Vallarta ha convenido más su fragmentación en todos sus niveles que alcanzar metas comunes que involucren la participación y desde luego el compromiso de quienes detentan el poder.
Se equivocan aquellos que creen que la única perdida se da en el ámbito político y económico, lo importante aquí es el saqueo al futuro de las próximas generaciones de la sociedad no solo vallartense sino mexicana.
¿Cuenta Puerto Vallarta con instituciones educativas fuertes, con gobiernos eficientes, con organismos que coadyuven al desarrollo del municipio, contamos con medios de comunicación que informen de forma objetiva y oportuna, tenemos empresarios que aporten más allá de sus obligaciones?
El reto a la comprensión otorga el ímpetu intelectual, pero a la vuelta de la esquina viene el mundialito de la FIFA, los cómodos asientos para quedarse quieto.
Y mas..
Por ello, la justificación de los corruptos se vuelve entonces como una entrada doble al circo de sus ambigüedades, la doble moral como un alcanzado sueño de sofistas que critican el deterioro del municipio, las regiones y el país… provocándolo. También se equivocan quienes creen que algunos ciudadanos aplauden gobiernos y políticos que perpetuán clientelas. Se equivocan quienes destruyen la libre competencia, quienes celebran en sus propias tumbas de gloria.
Hay un error de percepción para quienes imaginan que los ciudadanos ignoran, un error fundamental que se alimenta sempiterno en los fantásticos laberintos de la condición humana. Del ser ahí, que se justifica para asegurar un lugar en la devoción de su embelesada quietud.

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